lunes, 18 de mayo de 2015

Una pasión triste

Por Sergio Sinay



Tras el compendio de “argentinidad al palo” que se vivió en la cancha de Boca el jueves 14 de mayo (violencia, patoterismo,hipocresía, manipulación, egoísmo, ventajismo, orgullo patético, apriete, anomia, etcétera) quizás sea hora de mirar sin engaños a esta pasión nacional que usa la pelota como excusa para mancharla bien manchada. Como es usual ante un evento futbolístico decisivo, con complicidad de la televisión y ayuda de las redes sociales se multiplicaron las exhibiciones de dicha pasión. Besos a la camiseta, la bandera o el gorro, amenazas a un adversario sin rostro (“A vo te digo, gashina”, “Acordate de esta, bostero”, “Te vamo a matar”, entre otras creaciones y vaticinios). Abundaron confesiones del tipo: “Cuando muera quiero que me cremen y tiren las cenizas en la cancha, mis hijos ya lo saben”; “Sin River mi vida no es nada, River es todo para mí”; “Boca y mi vieja, en ese orden, son lo más grande, sin ellas me muero”. Tomo apenas tres de las innumerables que escuché ante cámaras y micrófonos que, alevosamente, incitaban a más. Todas, se supone, muestras de esta inocente y fervorosa pasión nacional (donde dice River y Boca caben otros equipos). Pobres los países que no la tienen. ¿Qué destino les espera? Nada comparado al grandioso futuro argentino, que no cesa de correrse como la zanahoria del burro.
Estas apasionadas expresiones de hinchas que provienen de todas las clases sociales, de todos los niveles económicos y culturales, son brutales declaraciones de vacío existencial, de vidas llenas de nada multiplicadas por millones. De existencias tiradas al abismo. No por el fútbol, no por la fervorosa adhesión a un equipo (yo también soy hincha, me alegro y me entristezco, celebro y lamento), sino por la categoría de metástasis que esa pasión ocupa en quienes la expresan (y no sólo de palabra), en quienes la avalan y en quienes la manipulan (desde los pináculos gobernantes, desde las cloacas del poder, desde los medios, desde la publicidad y el marketing y desde las usinas de negocios pestilentes).
Uno de los más influyentes filósofos de todos los tiempos, el holandés sefardí Baruch Spinoza (1632-1677), pilar del racionalismo, habló de las “pasiones tristes”. Llamaba así a aquellas pasiones (entendidas como padecimientos) que sacan al hombre de su eje y su sentido, alienándolo, llevándolo a una extrema pasividad existencial. Para Spinoza, que alertaba contra los males de la religión, las “pasiones tristes” son hijas de creencias aceptadas ciegamente, alejan al hombre de su deseo, de su fuerza vital, de su energía creativa, de su ser. Lo acercan paulatinamente a la impotencia, a la negatividad, y desde allí lo empujan a la servidumbre, a la esclavitud económica, moral, cultural, social. Los esclavizadores pueden ser ideologías, regímenes autoritarios, sistemas económicos, religiones, mandatos, sistemas de creencias.
Por un largo malentendido creemos que ser “apasionado” es ser activo, impulsivo, comprometido. Error. En su etimología la palabra pasión remite a sufrimiento quieto, a tolerancia inerme, a pasividad. Pasividad y pasión tienen una raíz común. Respecto de donde se juega la vida realmente vivida, comprometida con un sentido, estos apasionados están, entonces, fuera de la cancha. En pasividad absoluta. Es lógico que sea así. Después de todo, en un país que jamás se orientó a construir un proyecto, a fundar un futuro, a ser algo más que individualidades ocupadas de sí mismas, que pisoteó siempre la ley, el fútbol termina por ser una religión. O una dictadura. Nunca un hermoso juego como el que disfrutan las sociedades "desapasionadas". Esas en las cuales nadie reduce su vida al color de una camiseta.


2 comentarios:

  1. Me alegra coincidir, colega! Durante muchos años desde la educación y la salud mental, he tratado de transmitir, con la claridad que aparece acá, esa idea ególatra y autodesctructiva de que ser desmesurado, descontrolado, impulsivo, es la mejor forma de ser auténtico.En el fondo, es sobrecompensación de sentimientos de inferioridad y como decís, de vacío existencial y falta de sentido. La otra cara de la depresión. Como dijo O. Rank, refiriéndose a G Mahler: "no se haga tan grande que no es tan chiquito". Gracias por aportar estas esclarecedoras palabras a nuestro confuso entramado cultural. Rolando Martiñá

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  2. Un gusto enorme recibirte aquí, Rolando, y saber que caminamos juntos en busca de un punto de luz en medio de la oscuridad que prevalece. Gracias por tus palabras. Un abrazo.

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