Dios no patea penales
Por Sergio Sinay
Un penal errado es más que una final perdida.
Messi erró un
penal y se convirtió inmediatamente, al menos para sí mismo, en la causa de la
derrota de la selección argentina en la final de la Copa América. Pero abundan otras
razones:
1) La
ausencia de un equipo. La suma de nombres, aunque se trate de estrellas
(algunas supuestas) en varias ligas del mundo, no hace un equipo. Un equipo es
un organismo en el que cada pieza cumple una función definida en coordinación
con otras, sin superposiciones y trabajando para un mismo fin. Nuestro cuerpo
es un equipo. Si todos los órganos dejaran lo suyo en manos de uno solo
(corazón, cerebro, etcétera) no tardaríamos en perecer. Hace años que los
órganos de la selección argentina actúan de ese modo disfuncional, incluyendo a
jugadores, técnicos y dirigentes.
2) La
ausencia de una identidad y un plan de juego. Al depender del órgano
providencial y salvador, se prescinde de cualquier estrategia, se deja librado
todo a la inspiración de ese salvador, se olvidan los factores aleatorios, no
existe un plan B y cuando se descubre que el ser providencial es humano y
falible, ya es tarde. Pasa en el país.
3) La
ausencia de liderazgo. Salvo las actitudes de Mascherano (ya agotado e
impotente), ese conjunto de individualidades (que brillan más por televisión y
a lo lejos que en la cancha y de cerca) carece de liderazgo. Es decir
orientación, conducción integradora, brújula, guía en la adversidad. Messi es
el mejor del mundo en un fútbol cada vez más mediocre y mediático. Vale, pero
no es líder. El mejor médico de un hospital no está obligado a ser el conductor
de la institución, así como el mejor CEO de una compañía no necesariamente
puede conducir un país. Un líder está hecho de una pasta que no tiene nadie en
este grupo, y mucho menos el técnico (tampoco los anteriores).
4) Ausencia
de visión trascendente. La selección, vista de afuera, es un grupo de amigos
que deciden quién puede sumarse la mesa y quién no. Cierran puertas a jugadores
necesarios (de Tevez a Dybala, pasando por Pizarro y otros) y se las abren a quienes
sean fieles a la cultura del aguante y la obsecuencia. Como en muchos partidos políticos y gabinetes. Las selecciones ante las
que perdieron (Chile, Alemania, Brasil en su momento) representaban más que
eso, expresaban (expresan) otra cultura, miran más allá de sus narices.
5) Ausencia
de contexto. ¿De quién depende este grupo de jugadores? De la AFA, una
institución corrupta con cimientos podridos, una sociedad anónima (o no tanto)
para el latrocinio, que tocó fondo simultáneamente con los jugadores. No hay
contexto, representatividad ni encuadre institucional. Hubiera sido un típico
dislate argentino que así salieran campeones. Y hasta hubiera sido una peligrosa
tapadera ante el improbable futuro del fútbol argentino.
6) Ausencia
de realismo. Jugadores, hinchada y buena parte de un periodismo acomodaticio
creen de veras que en este grupo están los mejores jugadores del mundo aunque,
juntos, jamás lo hayan demostrado (no cuentan partidos con Panamá, Bolivia,
Estados Unidos, Honduras, etc.). Mientras tanto el mundo sigue su marcha, hace
lo suyo con los pies en la tierra y en cada Mundial o Copa América propina una
sonora cachetada. El fútbol refleja una actitud nacional extendida, presente en
comportamientos sociales, políticos, económicos, empresariales, tecnológicos,
etcétera. La idea de que atarlo con alambre es ser creativo, de que un Ser
providencial se hará cargo de la felicidad colectiva, de que es más fácil
llegar por los atajos (aunque lleven al abismo) que por el camino verdadero, de
que somos los más rápidos y los más vivos y de que Dios es argentino (aunque se
empeñe en disimularlo).
Un
lugar común del fútbol dice que penal bien pateado es gol. Otro responde que
los penales son cuestión de suerte. Agreguemos un tercero: se juega como se
vive. La selección perdió su tercera final. ¿Cuántas viene perdiendo la
sociedad en su conjunto a través de los gobiernos que elige, del modo hipócrita
en que ignora lo que esos gobiernos hacen, de su creencia en líderes
providenciales que se llevan todo y no dejan ni la esperanza (aunque si sus
huellas)? Si la selección representa al país, aceptemos que una final no se
pierde por un penal errado: antes hay 90 o 120 minutos de juego. Y, todavía
antes, trabajo, práctica, ensayo y error, humildad, comunicación, visión. No se
gana de milagro y Dios no patea penales. El fútbol es más que un deporte.
Acertado como siempre Sergio, tus libros y tus comentarios en youtube, son tan amenos como ciertos y nos invitan a reflexionar te agradezco y te felicito por tan buen trabajo. Atte. Raymundo Gómez Vilchis, de México.
ResponderBorrar'No es triste la _VERDAD_ lo que un tiene es: REMEDIO'.
ResponderBorrarNo tiene remedio, si nosotros como sociedad, para tapar nuestra miserias humanas, esperamos que un joven, nos permita construir nuestra identidad. Muchas Gracias!