lunes, 25 de enero de 2016

Mensajes desde la sombra
Por Sergio Sinay

Si no aceptan y exploran su propia sombra, quienes gobiernan  corren el riesgo de convertirse en aquello que quieren cambiar



Como ocurre con la Luna, también cada uno de nosotros tiene su cara oscura. La cara visible se llama ego o personalidad, es el traje que vestimos para salir al mundo, el modo en que nos presentamos, nos ven y, en muchos casos, deseamos vernos. La otra cara, inconciente, es nuestra sombra. Ahí se oculta lo que negamos o desconocemos de nosotros mismos. Existe, está allí, y muchas veces actuamos y nos expresamos desde nuestra sombra. Desde esa sombra proyectamos sobre otros lo que no advertimos o lo que rechazamos como características propias. El concepto de sombra es un aporte esencial del gran psicólogo suizo Carl Jung (1875-1961), padre de la psicología profunda, a la comprensión del ser humano. Cuando comprendemos su mecanismo podemos empezar a entender muchos fenómenos, conductas y actitudes que nos rodean y de los que participamos. Connie Zweig y Jeremiah Abrams, dos psicoterapeutas especializados en el tema, la denominan “el lado oscuro de la naturaleza humana” en Encuentro con la sombra, un libro en el que compilan numerosos trabajos de autorizados autores (entre ellos el mismo Jung) acerca del tema.
En esos textos se advierte que, así como Mr. Hyde vivía en el Dr. Jeckyll, en todos los seres y los acontecimientos humanos existe la sombra, del mismo modo en que es emitida por todo cuerpo iluminado. Se la puede registrar en los individuos, en las parejas, en las familias, en las naciones, en las instituciones, en el trabajo, en la religión, en el arte. Aparece en los sueños. Y está en la política. En el capítulo especialmente dedicado a la sombra en la política (y significativamente titulado La construcción del enemigo), varios autores, empezando por ese lúcido filósofo y poeta que es Sam Keen, autor de Amar y ser amado, Fuego en el cuerpo, A un Dios desconocido y otras obras sutiles y luminosas) muestran de qué modo al crear un enemigo se traza una línea infranqueable y se pone al mal del otro lado.  De ahí a la paranoia hay un paso Y si, siguiendo la línea, se deshumaniza al enemigo creado, todo lo que se le haga y lo que se diga de él estará justificado. Solo que ese enemigo está construido con abundante materia prima del propio creador. Como las personas, las sociedades y las naciones paranoicas construyen sistemas de mentiras compartidas, en las que se escudan para actuar contra “ellos”, “los otros”, los que no son “nosotros”.
A ese enemigo (es mucho más que un adversario, un contrincante o un oponente) se le atribuye omnipotencia, por lo cual todo está permitido en el afán, o la “misión”, de destruirlo. Todo tipo de masacres tiñen la historia mundial debido a este patológico mecanismo de negación y proyección, así como miles y miles de desgraciadas historias personales se originan en el mismo.
El tema de la sombra está siempre vigente, pero existe poca conciencia sobre él. Nunca es inoportuno y siempre es necesario explorarlo y traerlo a colación. En el caso específico de la política, es algo que un nuevo gobierno debería tomar en cuenta. De lo contrario se corre el riesgo de cambiar de sillas los egos (es decir aquello que se muestra, lo que se intenta presentar como la personalidad por la cual alguien será conocido y espera ser aceptado) sin advertir lo que yace en la sombra. Quienes dan hoy los primeros pasos en la conducción del país, y los funcionarios de todas las categorías, aun las más bajas, necesitan ser alertados de esto para evitar repetir aquello que sus inescrupulosos, corruptos y autoritarios predecesores hicieron: construir un relato en el cual se vistan de ángeles para combatir o expulsar a los demonios.
El presente es un momento delicado y decisivo. Todos tenemos nuestra sombra. Si quienes gobiernan, si quienes toman decisiones, si quienes asumen cargos y funciones que en la década perdida ocupaban otros olvidan o desconocen esto el peligro de un neo autoritarismo sobrevolará sobre el país. Y sólo será necesario que se constituya en sombra colectiva para que la sociedad argentina siga girando en la penosa noria de la que no escapa hace décadas.   

viernes, 15 de enero de 2016

Víctor Hugo: un micrófono no es una herramienta inocente, ¿ta?
Por Sergio Sinay

Este texto fue publicado en El Observador, de Perfil, el 20 de abril de 1984 y 32 años más tarde parece confirmar que cada quien es siempre fiel a su naturaleza




En el número 20 de El Observador mi colega, compañero y amigo Hugo Asch expresó lo que sentimos la mayoría de los hinchas de fútbol: su repugnancia ante esos energúmenos infrahumanos y descerebrados que integran las barras bravas. Tras aclarar que el relator Víctor Hugo Morales le merece el mayor de los respetos, Hugo Asch recriminó (con sobriedad y altura) a Morales por haber brindado durante cuarenta minutos el micrófono a miembros de la barra brava de Racing (club al que Asch debe tantas tristezas y alegrías). El argumento de Asch: no se debería dar un foro a quienes, con
su violencia, han convertido al fútbol en un campo de batalla y de muerte.
El sábado 14 de abril Víctor Hugo Morales, por radio, al finalizar la transmisión de Racing-Lanús, acometió contra Asch tratándolo de fascista y dijo que esas cosas se escriben por obligación, para dejar contentos a quienes pagan y por la necesidad de hacer un bolo y ganar unos pesitos.
Me consta que Hugo Asch escribió en absoluta libertad y que su nota responde a lo que él -y los auténticos hinchas de fútbol- sentimos: miedo, desprotección, indignación. No sé qué tipo de periodistas frecuenta el señor Morales. Sé quién es Asch y sé quiénes somos los que nos creemos libres de expresar lo que pensamos sin obligación de obedecer a "quien paga". El bolo por lo demás, existe en el mundo de la farándula, pero no en el ambiente de trabajo que frecuenta Asch. La palabra bolo no forma parte de nuestro lenguaje.
Otra cosa que me consta -no sólo a mí, la historia abunda en pruebas- es que los medios masivos pueden, sí, apuntalar el fascismo. Si por un micrófono uno trata de fascista a alguien que simplemente no coincide con uno, puede llegar a hacer creer que ese alguien es fascista (sobre todo si no se aclaran los términos). Ya lo decía Goebbels, ministro de Propaganda de Hitler: una mentira, repetida cien veces y amplificada, se convierte en verdad. Un micrófono no es una herramienta inocente. La palabra, tampoco. La conjunción de ambos exige prudencia, sensatez, responsabilidad, sentido común. Un micrófono no debería ponerse al servicio de delincuentes. Y en las barras bravas hay asesinos, depredadores, ladrones y gran variedad de delincuentes.
El señor Morales dijo el sábado que, al hablar con los componentes de esas barras, descubrió que son "seres como nosotros". Me permito disentir. Si "nosotros" somos los miembros de la comunidad que trabajamos, ansiamos la paz y queremos ir sin miedo a una cancha, somos muchos miles los que tenemos derecho a pedirle al señor Morales (aunque nos crea fascistas) que no nos incluya en ese plural "nosotros". Yo, que voy los domingas a ver a Ríver, que amo el fútbol, que lo veo, lo discuto y lo juego, no me siento igual a un delincuente.
Y, de paso, tampoco entiendo por qué el señor Roberto Marcos Saporiti (DT de Argentinos Juniors) es detenido, incomunicado y procesado luego del partido Ríver-Argentinos Juniors por el solo hecho de haber intentado que sus jugadores no se quejaran como desaforados ante el árbitro luego de un gol que consideraban injusto, mientras los delincuentes de las barras bravas roban, destruyen y hasta matan sin ser detenidos, o siendo liberados a las pocas horas para ser recibidos como héroes por sus pares. No hace falta profundizar mucho en el tema para comprender que aquí hay algo que funciona mal.            Y todo esto lo digo no porque me moleste el éxito del señor Morales (con cierta soberbia, en ese programa los componentes del equipo atribuyen cualquier crítica a la envidia). Al contrario, creo que con su presencia Morales desbarató el totalitarismo que existía en el ámbito del relato deportivo y lo hizo en contra de quienes habían convertido a esta especialidad periodística en una deleznable cobertura del proceso. Pero justamente, si hay algo que la mentalidad autoritaria no entiende es que se pueda disentir sin descalificar y coincidir sin endiosar.


lunes, 11 de enero de 2016

Primeros pasos de un largo camino
Por Sergio Sinay

En el primer mes del nuevo gobierno no ocurrieron las catástrofes deseadas por los agoreros que desprecian a la democracia, pero el camino hacia otro tipo de sociedad y de convivencia es largo y no carece de errores y tropiezos.



Primero despejemos el campo quirúrgico. Esto significa señalar algunas evidencias. Por ejemplo, varios actos de ingenuidad de los nuevos gobernantes, que, creyendo que se puede hacer tortillas sin romper huevos, aceptaron continuidades de funcionarios de la gestión anterior y creyeron en la palabra de algunos impresentables representantes de la década corrupta y pérdida (y así se encontraron sin presupuesto en la provincia de Buenos Aires y sin herramientas de seguridad en esa misma provincia, entre otras desilusiones). También hubo apresuramientos (que fueron eso y no ilegalidades) que devinieron en torpezas. E ignorancia de que una de las virtudes de la política bien entendida es armonizar diferencias y crear coaliciones en las cuales el todo es más que cualquier parte y es más que la suma de todas las partes. Así se lastimó a valiosos aliados por ignorarlos.
También es evidente que hay una determinación cierta de erradicar zánganos “militantes” de las dependencias oficiales para que el dinero de los contribuyentes encuentre destinos mejores y necesarios. Hay, además, nuevas formas de comunicar los actos de gobierno, ya sin relatos delirantes, cerrados y autoritarios. Esto, de por sí, limpia el aire que se respira. Como en el caso de los asesinos prófugos (que son asesinos y no héroes), los errores se admiten como errores y quienes tienen que informar dan la cara así sea con vergüenza (estábamos saturados de sinvergüenzas, empezando por lo más alto de todo).

Las tareas de la sociedad
Es evidente además, que no se cumplieron las catástrofes anunciadas por corruptos y por tremendos incapaces (como el último ministro de economía de la década perdida, verdadero dechado de soberbia, autoritarismo y mala praxis). Tampoco han tenido que huir ni exiliarse para salvar sus vidas los científicos, actores, cantantes y escritores que llamaban “nazismo” (con alto grado de ignorancia histórica e intelectual) al simple final de sus prebendas. Todo esto mientras los más autoritarios gritan que “se acabó la democracia”. Justamente ellos, los que la desconocieron y la mancharon.
El primer mes del nuevo gobierno no fue fácil pero marcó diferencias. Y no serán fáciles los años que vienen, no sólo para el gobierno sino para la sociedad, si es que ella está dispuesta a ser protagonista de un cambio y no solo una pasiva y cómoda receptora, dispuesta a patalear si sus deseos no son satisfechos de inmediato. El gobierno tiene mucha tarea por delante. Y la sociedad mucha más, porque los gobiernos pasan y las sociedades quedan. Hay muchos pésimos hábitos (incumplimientos de la ley, búsqueda de atajos, indiferencia, negación a resignar algo de lo propio en pos del interés común, exitismo, facilismo, oportunismo) que están extendidos y arraigados y que no los cambiará un gobierno (aunque deba dar ejemplos), sino cada quien en su conducta cotidiana. Al cabo del primer mes, este desafío sigue abierto. 

Una infección extendida
Y por último una evidencia que acaso sea la más importante de todas. A lo largo de este primer mes, en donde se tocó hubo pus. La infección dejada por la corrupción, el autoritarismo, la impunidad, la ausencia de escrúpulos, la mentira y la inmoralidad es mucho más profunda y explayada de lo que creíamos saber. Fueron doce años en que la sociedad argentina estuvo en manos de una verdadera mafia que desarrolló enormes y poderosos recursos al servicio de un único fin, el fin que fue declamado sin metáforas desde su jefatura cuando se dijo “Vamos por todo”. Así fue, y mientras se llevaban todo infectaban todo. Incluidas mentes.
Ese es el campo quirúrgico. Y allí deberán operar los bisturíes de la justicia, de la memoria y de la conciencia despierta de los ciudadanos. La infección llegó al hueso de la sociedad y la sanación llevará acaso más de una generación. Más de un gobierno. Para alcanzarla deberá ser un proyecto colectivo. Hasta que seamos un país de humanos que viven y se relacionan como humanos y no de pingüinos y de morsas (con todo mi respeto a estos animales, pero no a sus réplicas humanas).                      

martes, 5 de enero de 2016

Sergio Sinay y la novela negra
como escenario existencial

Alejandro C. Tarruella

Prólogo de la novela "Morir en Offside")


Los personajes de la novela negra parecen muchas veces,
extraidos de una historia reciente, cercana, inevitable, que
arrancamos de la misma e impiadosa realidad. Es habitual
luego, situar al genero como esencialmente anticapitalista y
en la actualidad, caido el muro de Berlin y la trama de pensamiento
que como una madeja invisible lo envolvia, se podria
decir que es anticapitalista en la tragedia de estar encerrados
en su lenguaje, sus trampas que incluyen el imposible de no
poder salir de sus garras.
Felipe Rafaelli, el detective argentino hundido en Broadway,
parece moverse en esa perspectiva. Busca en cada caso
una respuesta cuya pregunta nunca acaba de formularse, y
dibuja un rompecabezas que jamas cerrara definitivamente
porque las piezas no encajan sino de modo precario y abierto,
y asi a una incognita la continua un suceso. Tal vez por esto,
abre en cada busqueda la propia, la inevitable y entonces, en
Morir en offside, se introduce en el mundo del futbol porque
hace a su universo de intimidad, del cual jamas se puede
huir. No en la dinamica de lo impensado, como lo definia
Dante Panzeri, sino en la superficie oscura de los negocios
que reflejan a una repetida vuelta de tuerca que revela los rincones
sin fe de las corporaciones.
Tango, amistad, traición
De pronto, el tango y la amistad entre los hombres, aparecen
como el ultimo recurso al que se puede apelar, y juega en
la noche de las revelaciones, se mete a hurgar en la logica de
urdimbres siniestras de donde regresara hasta reencontrarse
con los fantasmas de la dictadura que asolo al pais, determinante
en su destino. Pero ya no es la dictadura solamente,
es con gravedad, incluso, parte de uno mismo a la hora de
revolverse en las miserias, los desencuentros y los pequenos
espacios donde es posible descansar de la tragedia de una
generacion. Un poco de amor revela que existe la pausa, la
misma del y de pronto elude la rutina endemoniada de los
negocios turbios y sus conjeturas. En esos desencuentros, hallara
que la traicion es un punto del camino que tal vez faltaba
trajinar como una pulsion de locura que lo devuelve a Buenos
Aires y lo acerca a la muerte.
Es cierta la globalizacion, el sentido de agonia que recrea
los escenarios de los ajustes latinoamericanos de estas decadas,
alli Rafaelli no discrepa con Archer o incluso Pepe Carvalho
cuando, a veces sin percibirlo, se demuelen en la impronta de
un sistema que no cree en lagrimas. Es mas, puede como ellos,
descubrir que no hay inocencia que escape a una bala o pueda
discurrir con un fragmento de plomo en una calle perdida de
un barrio sin nombre. Las semejanzas son apenas una muestra
de la complicidad de los pasos comunes de los hombres
sobre el planeta. Y si el futbol ahora traiciona y no teje en
las fintas de un centrojas, queda el tango, que hiere pero no
entrega. Es imposible desterrar el tango de la trama que urde
Sinay de Broadway a Buenos Aires, sin dejar de pasar por un
estadio de futbol, al que redescubre en un genero al que el
deporte rehuia aunque era es parte de su geografia lastimera.
El escritor hace su juego en la historia, deja senas como
quien abandona una huella para sentir la adrenalina de la
propia existencia a sus espaldas. No es un dato central pero
recorre como un fantasma de ausencia la trama y del mismo
modo, el lector puede sentir latidos comunes. Como Didier
Daeninckx, el escritor belga que desnudo en una trama insolente,
los asesinatos de argelinos en Paris del 17 de octubre
de 1961 en Asesinatos archivados, que dio lugar al celebre
manifiesto de Jean Paul Sartre que llevo a la carcel a decenas
de intelectuales y artistas, el escritor parece revelar un mundo
que le repele. En todo caso, como si en realidad Sinay, de
paso, realizara una autopsia de la sociedad en la que navega, lo
suyo remite tambien a la sorpresa de Gilles Deleuze, cuando
en 1967 ensayaba decir, no sin cierto grado de certeza, que
La novela negra francesa es la combinacion de los negocios,
la politica y el crimen. En este caso, Sinay pudo bien haber
tomado un cafe en Buenos Aires con el filosofo, para luego no
desatender sus consejos. De manera que al tramar su novela,
hurgara en imagenes y gestos de olvido de una historia que
lo hiere y le devuelve escenas de las que pretende despojarse.
Luego, como Leo Malet y su Leo Burma en la novela negra
francesa, haya creado un personaje de detective privado, como
lo haria luego Paco Ignacio Taibo al dar a luz a Hector Belascoaran,
con gestos nacionales al sur de la historia: Felipe
Rafaelli.
El arte y su sombra
Sinay es responsable de estas sombras. Si el lector se entromete
puede alcanzar la dimension de un observador critico,
cuestionador que a su vez, presiente que al llegar al final
de Morir en offside, encuentre un instante de sosiego, una
mueca de sexo estridente sobre la que descanse ese beneficio
no explicito del arte cuando comprende una suma integral,
una dramaturgia irreverente de las acciones humanas. De eso
se trata, y tal vez asi, haya descubierto el escritor, sin proponerselo,
que el genero tiene otros ambitos y por supuesto,
otros ruidos, para compartir con su lector.