Y mientras tanto los hombres…
Por
Sergio Sinay
¿Nos atañe la conmemoración del 8 de Marzo a nosotros, los
varones? ¿Basta con apoyar de palabra las justas reivindicaciones femeninas
pendientes o con declararse “varón feminista” para estar a tono? Acaso eso
calme transitoriamente alguna conciencia, luzca para la foto, para la tribuna o
para las redes sociales, como es el caso de presidentes, funcionarios o
personajes públicos y no públicos que maquillan por un día su machismo
militante. Pero los varones que no somos ni nos sentimos culpables de todos los
males de la historia humana, los que procuramos convertir las diferencias naturales
(no las culturales que se venden como naturales) entre hombres y mujeres en
fuentes de encuentros trascendentes para ambos, los que estamos firme y
amorosamente presentes en las vidas de nuestros hijos, nuestros nietos,
nuestras compañeras de amor, de trabajo, de búsqueda y de proyectos
existenciales, podemos hacer mucho más que eso.
La
conmemoración del Día Internacional de la Mujer se origina en una marcha de 15
mil trabajadoras convocadas por el partido socialista ocurrida el 8 de marzo de
1857 en Nueva York. Pedían condiciones laborales, jornadas y salarios similares
a los de los hombres. El clamor creció tras el 25 de marzo de 1911, cuando se
incendió la fábrica de camisas Triangle Shirtwaist, de Nueva York, y murieron 123
mujeres y 23 hombres, la mayoría inmigrantes de entre 14 y 23 años. Pero solo
en 1975 (como sucede con tantas reivindicaciones postergadas), la ONU
consagraría la fecha en el orden internacional. El recordatorio cobra fuerza
año a año, aunque a pesar de las justas demandas que lo sostienen no deja de
ser manipulado por oportunistas y fundamentalistas que anteponen intereses
propios (ideológicos, políticos, económicos o de secta) a los de un mundo
equitativo, donde mujeres y hombres se complementen para vivir vidas con
sentido.
Es esta una
buena oportunidad para desmentir que las mujeres sean víctimas de los hombres como
las gacelas son presas de los leones, es decir por una ley natural
inmodificable. Porque de esa creencia deriva el hembrismo, una deformación del verdadero
feminismo, que convierte a los varones en culpables por portación de sexo. En
todo caso hombres y mujeres somos víctimas, en escalas y de maneras diferentes,
de un sistema en el que la justicia no funciona para nadie, la desigualdad es
brutal con todos (menos con los apropiadores de la riqueza producida por la
mayoría de la humanidad) y la inequidad es pandémica. Más varones que mujeres
mueren por causa de accidentes viales y de trabajo, de homicidios, de guerras
inútiles y brutales, de enfermedades coronarias, de suicidios motivados por
pérdida de trabajo, proyectos y esperanzas. Como víctimas de un sistema que el
filósofo Sam Keen (autor de un clásico libro sobre masculinidad titulado Fuego
en el cuerpo) llama “corporatral” los varones tenemos el deber de oponernos
a ese sistema y trabajar para desactivarlo y transformarlo. Debemos ser los
primeros en cercar y denunciar a los femicidas, que son la expresión bestial de
mandatos tóxicos que hemos recibido como hombres, de la misma manera que las
mujeres han sido intoxicadas por otros mandatos igualmente repudiables. Los
varones debemos ser la primera línea en el combate contra el machismo
profundamente arraigado en la política, en los negocios, en el deporte, en la
ciencia, en la cultura, en las religiones, en los medios y en variados mensajes
familiares. Machismo que muchas mujeres convalidan y ejercen. Debemos hacerlo
porque no somos los culpables de los males de la humanidad, debemos hacerlo por
nosotros, por nuestras compañeras, por nuestros hijos e hijas. Y porque cada
femicida, cada machista nos lastima y deshonra a todos los hombres,
convirtiéndonos en sospechosos y degradando la hombría fecunda que anida en
nosotros y que ha dado valiosos frutos a la humanidad. No se nos necesita
feministas, sino humanistas, constructores de un mundo donde todos y todas podamos
vivir mejor y la diversidad sea motivo de suma y no de resta, de amor y no de odio.
Bella tarea en la cual poner en juego nuestra testosterona espiritual.
Gracias por la valentía de atreverte a hablar en serio de estos temas. Tenes una gran trayectoria que te respalda, y los varones ahora más que nunca necesitamos referentes para construir nuestras identidades de manera sana y positiva.
ResponderBorrarTengo las mismas inquietudes, y busco formas de escribir y concientizar sobre estos temas en mi blog. Siempre fuiste un referente para mi, y leer este ultimo libro fue una bocanada de aire fresco en tiempos de censura y dogmas.