domingo, 19 de abril de 2020


Crónicas de la peste (8)

Me han ofendido

Por Sergio Sinay




   Ante todo, mi agradecimiento a todos quienes compartieron mi columna titulada “Comenzó la guerra del cerdo”, a quienes la difundieron, a quienes enviaron comentarios, y en esto incluyo a quienes supieron disentir sin insultar.
Es muy reconfortante comprobar la cantidad de reacciones indignadas que levantó entre la ciudadanía (en todas las redes y por todos los medios) la medida absolutamente impresentable, indefendible y absurda que emanó de las lumbreras del Gobierno de la Ciudad y recibió la bendición presidencial. Dos errores no hacen un acierto, dice un viejo aforismo inglés. En este caso dos errores hacen algo mucho peor, una aberración.
   El presente texto es, por ahora, lo último que escribiré sobre este tema, sobre el que ya planteé mi posición.
   Nací en 1947, cumplí en agosto pasado 72 años, pasé en mi vida por todo tipo de situaciones extremas en lo personal y en lo colectivo. Enfermedades graves propias y de seres queridos. Dictaduras, hiperinflaciones, autoritarismos, desempleo, etcétera. He sobrevivido por mis propios medios y también con la amorosa compañía y cooperación de otros. Agradezco mi vida, incluidos los tragos amargos. Y encuentro sentido y felicidad en los logros profesionales, en el amor de esposa, hijo, nietos, amigos, y también en el que recibí de quienes ya partieron y me dejaron huellas profundas y valiosas.
   Por todo esto me siento ofendido y humillado por la medida que pretende implementar un gobierno que llama cuidado al control, que llama cuidado al cercenamiento de derechos y libertades, que toma por idiotas, tontos y gente carente de inteligencia a las personas de mi edad. Si nos quieren cuidar, paguen jubilaciones dignas, no falten el respeto a los que dicen cuidar mandándolos a cobrar esas miserias en condiciones peligrosas. Si me consideran discapacitado para cuidarme y razonar, dejen de expoliarme con impuestos que van a lugares y bolsillos dudosos y no a donde deberían ir (escuelas, hospitales, alimentación, seguridad). ¿O para eso sí cuento?
   En lo personal me han ofendido de manera imperdonable. Y la palabra imperdonable significa eso: no hay ni habrá perdón de mi parte. Hoy quieren desterrar a los viejos (y digo viejos porque es una palabra digna, no una enfermedad) pero la realidad es que no tienen la menor idea de qué hacer con la situación que vivimos. Después seguirán con los diabéticos, los hipertensos, los obesos, los varones, los porteños. Seguirán con todos los que son mayoría entre los afectados por el virus. Dan palos de ciego y pretenden pasar por expertos, cuando solo exhiben ignorancia. Mañana, cuando haya elecciones (porque la pandemia pasará y habrá elecciones el año próximo) correrán a fotografiarse sonrientes con los “abuelos”. Todos. Los oficialistas y los opositores. Porque al final no son tan diferentes en el plano moral. Antes de mandar “abuelos” a prisión domiciliaria dejen de hacer negociados con alimentos y con barbijos. Aunque sé que este es un pedido ingenuo e inútil. Los seguirán haciendo. Lo harán con otras cosas. Como en el viejo cuento de la rana y el escorpión, el escorpión no cambia su naturaleza.
   Y no admito que me llamen “abuelo”. No sus bocas oportunistas e hipócritas. La palabra abuelo es demasiado hermosa para que la use cualquiera. En mi caso solo se las permito a mis nietos y me llena de felicidad y de sentido existencial escucharla de ellos.
   No voy a llamar a un teléfono que no funciona, como el 147 (que se “cae” como todas las plataformas y teléfonos oficiales). No lo voy a hacer porque no admito que me traten de bobo e inútil. Me sé cuidar mucho mejor que quien en una conferencia de prensa le estornuda en la cara a su ministro de salud mientras este aconseja tapar el estornudo con el pliegue del codo. Me cuido mejor que quien desde la más alta investidura nacional no usa barbijo, pero se lo impone a los demás. Me he cuidado muy bien a lo largo de mi vida y me esperan todavía sueños y proyectos importantes (para los cuales afortunadamente cuento con salud, lucidez y capacidad), de manera que no me iré al destierro (la ley y la Constitución me cuidan de eso) ni pondré mi vida en manos de quienes no me respetan y me ofenden.

11 comentarios:

  1. Me pongo de pie para aplaudir lo que acabo de leer , sus tan acertadas palabras , las cuáles comparto totalmente.
    Saludos cordiales

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  2. Cómo siempre, con mayúsculas lo impecable de su relato!!!!
    Ha expresado todo, y de la mejor manera

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  3. Un placer leer su relato, una rabia e indignación profunda ver el manejo del gobierno. Su relato plasma a la perfección no solo el sentir de los "abuelos" sino el de mucha gente más jóven. Excelente! ojalá lo leyeran quienes tienen el poder de hacer algo y obviamente les llegue como para cambiar aunque sea un poquito estas cosas mal hechas del gobierno....

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  4. Lo felicito por su escrito. Me senti reflejada en cada una de sus palabras! Vivo con orgullo mi edad y mis proyectos ... gracias!!!

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  5. Excelente Sergio!!! Comparto su pensar, su enojo y su extrema lucidez para expresarlo!! Lo sigo hace años! Buena vida para Ud y a los pocos que defendemos los derechos, la moral y la ética! Cariños

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  6. Admirable relato!!!! Lo sigo SIEMPRE...Me encanta como escribe...me identifico...Gracias

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  7. Lo sigo desde el día en que leí mi padre no fue un gran hombre. Me dije que alguien que escribió algo tan hermoso y entrañable debía tener muchas más cosas dignas de leer. No me equivoqué. Es un deleite leerlo siempre por su manera tan clara y rica de decir. Hoy lo acompaño en su pensar y su sentir. Un abrazo señor. Un abrazo

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  8. Totalmente de acuerdo. Somos viejos por la edad, pero llenos de sabiduría que dan los mismos años. Me subestiman. Se seguir perfectamente las instrucciones para cuidarme y cuidar al prójimo. Porque así nos educaron.

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  9. Un placer leerlo, siempre son reflexiones y guía para una vida digna.
    Lo admiro y desde que lo escuché en una conferencia en México he leído casi todos sus li ros, son un referente para mis clases.
    Gracias por existir y darnos luz.

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