Candidatos al vacío
Por Sergio Sinay
En el cuarto oscuro encontramos candidatos que nos devuelven patéticas imágenes de nuestra sociedad
Pocas veces habrá habido, en la grisácea historia
democrática de nuestro país, candidatos tan carentes de sustancia, candidatos de
vocabulario tan elemental y raquítico, de imaginación tan escasa, de principios
tan frágiles, de valores tan volátiles o indemostrables, de formación cultural
tan elemental, de cosmovisiones tan miopes como los que aparecieron en las
boletas del cuarto oscuro el domingo 9 de agosto de 2015 ante nosotros, los
ciudadanos (a quienes ellos llaman “la gente” y tratan como consumidores, como
clientes o como simples datos de encuesta).
Pocas veces, si es que hubo alguna, nos habremos encontrado
con candidatos tan huérfanos de visiones convocantes, tan incapaces de promover
una utopía, tan alejados de toda noción de pasión. Candidatos monitoreados por
asesores de marketing, de imagen, de publicidad. Carne de encuestadores. Candidatos
incapaces de elaborar un discurso propio, de alimentarlo con argumentos elaborados
por sí mismos, de someter sus ideas a debate, de hablar mirando a los ojos y de
convencer con los atributos del pensamiento.
Pocas veces, si es que hubo alguna, habremos estado ante
candidatos tan cobardes, temerosos de perder un voto en caso de mostrar quiénes
son, de decir una palabra fuera del guion, olvidados de su propia identidad.
Candidatos tan oportunistas, tan ventajeros, tan insulsos, tan vacuos. Tan dramáticamente
ajenos a toda noción de lo que es la verdadera política: o sea, debate de los
temas de interés común, negociación de buena fe en torno de esos temas,
exploración y atención de las necesidades de la comunidad, integración y articulación
de la diversidad de intereses de la sociedad, anteposición de los intereses sociales
comunes a las urgencias y prioridades propias. Esto por nombrar solo algunas
cosas de las muchas a las que son indiferentes, que les resultan
incomprensibles y que jamás de los jamases estarán en su horizonte político ni
existencial.
Pocas veces un candidato oficialista habrá demostrado hasta
el hartazgo, como el actual, su capacidad de obsecuencia, su genuflexión que
bordea la indignidad, su nulidad conceptual, su insultante negación a pronunciarse
sobre cualquier tema de interés comunitario. Y pocas veces habrá tenido como
principal rival a un opositor tan superficial, tan incapaz de ponerle
sustancia, músculo e identidad a las volátiles propuestas que repite como la
lección aprendida de memoria por un alumno almidonado que aspira a ser
abanderado si las repite en orden y se porta bien. Ni mencionar (porque
estremece) a algún candidato que aletea en los vientos del crimen. Más allá de
lo que se pruebe, o no, al respecto el solo hecho de que una acusación así sea
plausible describe en qué país se dan estas elecciones.
Candidatos producidos y envasados al vacío. Candidatos,
además, al vacío.
Pocas veces como en estos días, mientras esos candidatos
desnudaban su pobreza, se habrá escuchado como música de fondo (amplificada en cadenas
nacionales presuntamente ilegales), el relato desquiciado de una realidad
falsa, cuya sola descripción ofende a los pobres, a las víctimas de la
inseguridad, a los que pierden algo cada día (trabajo, vidas, bienes, derechos
reales, hijos succionados por la drogadicción).
Las sociedades tienen los candidatos que se les parecen. Es lógico
y natural. Los candidatos no pueden llegar de otro planeta. Nacen y echan
raíces aquí, son acompañados, apañados, aceptados, alimentados y reproducidos
por una masa crítica de la sociedad a la que representan. Esa masa crítica es
tan indiferente como ellos, tan anémica de pasiones y utopías como ellos, tan
cortoplacista como ellos, tan ombliguista y egoísta como ellos, tan
usufructuaria del bien común como ellos, tan anómica como ellos, tan permisiva
como ellos ante la corrupción, tan farandulesca como ellos, tan desentendida
como ellos del interés y del futuro común.
Dime en qué sociedad vives y te diré qué candidatos tienes.
Y no te quejes de la imagen que te devuelve el espejo, porque los espejos
reflejan lo que tienen enfrente. Lo real y tangible es eso. Lo que se ve espejado
es apenas un fenómeno de la luz, algo inasible, impalpable. Como estos
candidatos. Se podrá decir “Es lo que hay”. Pobre consuelo si no se aspira a
producir algo mejor.
EXCELENTE !
ResponderBorrarReal, objetivo, preciso y por eso duele leerlo...
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ResponderBorrarDuele leerlo. Duele ver las cosas como son.
Gracias por poner tus ideas en palabras, Sergio.