Periodismo carancho
Por Sergio Sinay
Cuando la sangre, el dolor, el sufrimiento, las intimidades invadidas, el oportunismo alimentan a un periodismo narcisista, que necesita, además, de un público afín.
Mientras
se discute cuántos años tiene el “Polaquito”, ese chico desquiciado que fue
presentado en televisión como el enemigo público número uno, se siguen
desnudando las miserias de una sociedad enferma. Y del periodismo que ella
produce y fomenta. Los “Polaquitos” no nacen de repollos y, además de ser hijos
de sus padres y madres, son paridos por una sociedad de la cual hace tiempo se
ausentaron la empatía, la compasión, la noción y voluntad de sentido. Una
sociedad que ya ni siquiera responde al tribalismo primitivo del “nosotros” vs.
“ellos”. Es la sociedad del yo contra los demás, sin los demás. La sociedad del
egoísmo y el narcisismo. Del consumismo devorador, donde preocupa más la
economía que la moral. Un perfecto caldo de cultivo para “Polaquitos”. Después
viene la hipocresía, la sorpresa y la indignación fingidas ante la evidencia de
lo que la misma sociedad procreó.
En
ese caldo se cuece también el periodismo carancho, el periodismo en donde la
noticia no importa, en donde no se informa sino que se opera, en donde los
periodistas son más importantes que la noticia. Si se diera un Oscar al
periodismo carancho, el programa que presentó al “Polaquito” lo ganaría. Fue la
expresión más consumada de algo que se ve todos los días en todos los
noticieros, en programas farandulescos, en emisiones pseudoperiodísticas. Los
caranchos sobrevuelan incansablemente el aire olfateando sangre, intimidades,
sufrimientos, secretos. Se disfrazan de investigadores pero son acosadores,
ladrones de privacidades, invasores de vidas y sentimientos ajenos. Con sus
picos voraces escarban en las entrañas del sufrimiento. “¿Qué sintió al ver a
su hijo muerto?”, le preguntan sin escrúpulos a la madre que llora sobre el
cadáver de su vástago acribillado. “¿Por dónde te metió la mano, qué
sentiste?”, interrogan sin vergüenza a la chica violada. No duermen, caranchean
las veinticuatro horas. Siempre hay un crimen más para mostrar, otro tiroteo,
otro chico abusado, otra esposa llorosa, otro casquete de bala, otro balazo en
la puerta. Ese periodismo entra a la celda del peor criminal para entrevistarlo
como a un amigo, como a un ídolo, lo escucha, le da tiempo, se compadece con él.
Nunca una reflexión, jamás una idea, ni soñar con una frase bien dicha, con un
vocabulario que respete las palabras.
Y
si al gran megalómano le dicen que lo es y le ponen un espejo frente a la cara
para que se vea reflejado, se ofende. Humilla. Saca a relucir galones, se ufana
de haber inventado la profesión (que existe desde mucho antes y supo tener
venerables cultores), se quiere fiscal de la patria, contamina el aire con
insultos al que osó cuestionarlo, degrada el lenguaje (herramienta que debería
honrar para ejercer la profesión). El rating sube. La ofensa vende. La
intimidad invadida vende. La sangre vende. El periodismo carancho necesita de
una sociedad que le ofrezca día a día material en descomposición. Y necesita
todavía más de un público ansioso de ese material. Ni uno ni los otros se
preguntan alguna vez: “¿Y si me tocará a mí?”.
Sorprendida de su reflexión. UD. Dice programadores de la intimidad...o.alfo así... La delincuencia y los muertos a causa de ello son "intimidad?" El robo descarado que ha sufrido este país es "intimidad de quienes nos gobernaron?" O no es la cosa pública la cual ha sido afectada? La honestidad de la gente común, la inocencia de este niño y tantos otros que no tienen más chance que la droga o un horfanato? De quién es la culpa? Del periodista "carancho" como UD califica o de otros "carancho" que defienden la traición a la patria o de otros magistrados cuando sentencian que 'si hay oscuridad no hay abuso'. UD. Lee y piensa lo que reflexiona?
ResponderBorrarEs bien cierto lo expuesto. Carancho o no carancho el sensacionalismo gana. Por las tardes se puede ver y oir el tema de la sexualidad de algunos argentinos como si tal cosa. Decir la sociedad queda tan vago. Le entiendo perfectamente su indignación. También la siento. No se rescata nada del niño en cuestión ni de su familia ni de qué hacer cada uno de los que leemos esto y vimos y oimos antes, esto. De todas maneras el morbo que se levanta a través de este periodismo es para que nos preguntemos cuál es la manera de ser dignos de ser dignos. Seguramente que aplaudiendo soberbia y extravagancia no. Aunque la soberbia y la extravagancia cuenten hechos ciertos. Pero la dignidad es por otro lado. Gracias Sinay. Usted debería aparecer más para darnos alivio e ideas de cambio en creatividad .
ResponderBorrarGenial, Sinay!
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