lunes, 1 de junio de 2015

Vivir en la tribu o vivir en el mundo

Por Sergio Sinay

"Nosotros" contra "ellos", la consigna para vivir en una sociedad al margen de la ley, de la norma y del respeto



 Discusiones por motivos triviales que terminan a los balazos, incidentes de tránsitos cuyo final es una puñalada, desacuerdos entre vecinos que derivan en batallas campales con muertos y heridos, linchamientos, la amenaza como forma habitual de comunicación,  padres que matan a hijos, hijos que matan a padres, femicidios cotidianos que convierten en riesgo de vida el simple hecho de ser mujer, estadios deportivos que se transforman en fosas comunes. Postales de la vida cotidiana en una sociedad que poco a poco, sin pausa, con gobernantes y dirigentes perversos que supieron manipular e incentivar lo que ya estaba en ciernes, se ha fragmentado y deja de lado toda idea de ley, de norma, de límite, de respeto para encaminarse, en pleno siglo XXI, a un estado tribal, pre cultural. La sociedad Argentina. “No existís”, “Te voy a matar”, “Sos boleta”, “Fuiste” son apenas algunas frases comunes en un lenguaje que pierde minuto a minuto su función comunicadora y pasa a ser arma. Con ese lenguaje se habla, se escribe, se sobrevive. De fondo, cada 48 horas una cadena nacional megalomaníaca delira acerca de una realidad ilusoria, idílica, habla para los creyentes. No hay alusión a la selva en que vivimos, no hay una sola palabra sobre mujeres asesinadas, sobre dolores sin consuelo, sobre caníbales asesinos a los que un día esa misma voz llamó “apasionados del paravalanchas”. Ni una palabra sobre lo que se contribuyó a generar.
En un reciente estudio titulado Moral Tribes: emotion, reason and the gap between us an them (Tribus morales: emoción, razón y la brecha entre nosotros y ellos) el connotado neurocientífico y filósofo de Harvard Joshua Greene sostiene que, a esta altura de la evolución humana, no se ha avanzado más allá de lo tribal y que los valores morales que invocamos son respetados cuando se aplican a los “nuestros” pero no a “ellos”. La cooperación, un valor esencial que sacó a los humanos del egoísmo excluyente del “yo” para conectarlos a la noción de un “nosotros” que les permitiera sobrevivir, se da esencialmente dentro del grupo de “iguales”, pero ha avanzado poco en cuanto a crear espacios cooperativos entre grupos diferentes (y de diferentes). Así podría entenderse, en nuestra sociedad, que la inclusión, la justicia social, los derechos humanos y hasta la justicia a secas, a los que se alude desde la cháchara del poder no sean valores aplicables a la comunidad entera (conteniendo también a quienes piensan distinto), sino solo a los integrantes de la  propia tribu.
Se dirá, y es cierto, que lo mismo es aplicable a la mirada de los “otros”. Pero no es igual, en cuanto a efectos destructivos para la sociedad, sesgar la moral desde el poder y con un discurso falaz que hacerlo desde la llanura. Aun así, el mal es general. La incapacidad de una moral universal real (tomando en este caso como universo a la sociedad argentina) se ve en los comportamientos de patotas juveniles, de grupos “militantes”, de barras bravas, de muchedumbres agrupadas alrededor de ídolos de cualquier actividad, de familias, de vecindades, etcétera. A nivel mundial se detecta en guerras tribales, matanzas étnicas, fanatismos religiosos criminales y demás. Todo en un mundo que estrena día a día nuevos y avanzados trucos tecnológicos y científicos, pero lo hace mientras mantiene primitivos comportamientos tribales, impenetrables a una moral universal y trascendente.

La posibilidad de dejar atrás esos comportamientos no es utópica, dado que los humanos estamos dotados de conciencia, y a partir de ella de capacidad de elección e, ineludiblemente, de responsabilidad. Podemos salir de los determinismos y eso nos permite convertirnos en personas (como quería Hanna Arendt) y alcanzar a vivir vidas con sentido. En el proceso, algunas sociedades toman la delantera. La nuestra, como en tantas cosas, se hunde en el cono de sombra. A menos que más conciencias despierten cada día.

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