¿Es Donald
Trump el amo?
Por Sergio Sinay
Sus groserías, su violencia verbal, su ausencia de respeto y empatía pueden ser las pantallas que ocultan al verdadero poder.
En 1954
un film inglés dirigido por David Lean (el realizador de Lawrence de Arabia) ganó el Oso de Oro en el Festival de Berlín. Titulado
¿Es papá el amo?, contaba la historia
de un vendedor de zapatos despótico, enfrentado a sus tres hijas que, a medida
que crecen, lo enfrentan, generando un fuerte conflicto familiar. ¿Habrá, a
medida que avance su gestión, un conflicto entre los métodos y el carácter de
Donald Trump y la ciudadanía estadounidense? ¿Lo habrá entre Estados Unidos y
el resto del mundo (excepto Rusia)? ¿Será Trump de veras el amo, autoritario,
capaz de saltarse las leyes, de amenazar y mentir a diestra y siniestra, de
perseguir ciudadanos a causa de su raza o nacionalidad?
Con
todo lo preocupante que es su triunfo, como lo fue su campaña, quizás no sea
Trump el amo, como no suele serlo ningún presidente estadounidense (o de casi
cualquier país) en los tiempos de la globalización. Más allá de que obtengan
sus mandatos por vías democráticas, sus mandantes no son quienes los votaron. Esa
es una ilusión óptica. Los presidentes son, en la práctica, gerentes que
responden a los mandatos de accionistas que, como es de rigor, permanecen
anónimos en cuanto a sus identidades. Quizás por eso Obama (que quedará bien
perfilado en la historia) corrió a salvar a los bancos que de manera criminal
provocaron una de las mayores crisis económicas y financieras de la historia
mundial en 2008, dejando un tendal de vidas y futuros destruidos, y acaso sea esa
la razón por la que ni él ni nadie pueden con la National Rifle Association, la
organización que vela, armas en mano, por los intereses de la industria
armamentista. Son apenas un par de ejemplos, por no mencionar a otros
mandantes-accionistas, como la industria farmacéutica, la petrolera o la
automotriz.
Las grandes
corporaciones y oligopolios que van colonizando a pasos agigantados la economía
mundial (y que pese a la expansión china siguen teniendo su centro en EE.UU.)
necesitan calma para seguir expandiendo su poder, apoderándose de nichos y
empresas menores y conquistando mercados. Según el McKinsey Global Institute
(organismo privado que estudia la economía global), 10% de los grupos que
cotizan en Bolsa obtienen el 80% del beneficio económico mundial. La tendencia
del momento (como refleja un extenso informe publicado por El País, de Madrid, el 30 de octubre pasado con la firma de David
Fernández) no es la competencia entre compañías, sino la fagocitación de las
menos poderosas por las más grandes. Peter Thiel, fundador de PayPal, escribió,
recuerda Fernández, que “la competencia es para perdedores”. Los ganadores
construyen monopolios, y los monopolios se unen en oligopolios. Ahí está el
poder, no en las bravuconadas del mamarrachesco Trump.
Hay una
estrecha ligazón entre poder político y corporaciones (las rencillas entre “círculos
rojos” y gobiernos puntuales son anécdotas que no alteran la cuestión de
fondo). El tamaño que adquieren algunos conglomerados los convierte en factores
de poder ante quienes los gobiernos se postran o claudican. De hecho, muchos de
estos mastodontes económicos manejan cifras que superan largamente los
presupuestos y el PBI de países en los cuales actúan. Y actúan en cada vez más
territorios, porque, como los dinosaurios, su tamaño les requiere espacios cada
vez mayores. El límite es el planeta. Los Estados y sus gobiernos pasan a ser
parte de este juego. Ni hablar de los ciudadanos. Como anotó hace un tiempo el
sociólogo y pensador polaco Zygmunt Bauman, estos van perdiendo sin prisa y sin
pausa esa categoría. Son, ante todo, consumidores. Y serán, en tanto la tendencia
oligopólica se acentúe, consumidores cautivos con derechos menguantes. Al
votar, simplemente contribuirán a la designación del gerente de turno. No más.
Desde
esta perspectiva, que el mundo se espante ante Trump es apenas un juego de
distracción. Donald Trump es el nombre del gerente de turno. Los accionistas
posiblemente lo disciplinarán, pero le permitirán mantener algunos de sus
trucos para entretener al respetable mientras el poder se ejerce en otra parte
y de otro modo.
Muchas Gracias Sr. Sinay. Me resulta muy interesante su Escrito.
ResponderBorrarTOTALMENTE DE ACUERDO, SIN EMBARGO NO PUEDO SALIR DE LA ABSOLUTA SENSACIÓN DE IMPOTENCIA Y PÁNICO QUE ME PRODUCE ESTA REALIDAD...
ResponderBorrarGracias, Sergio... qué placer leer tus reflexiones!
ResponderBorrar"...el mundo entero está bajo el control del maligno." La Biblia
ResponderBorrarAcertados sus comentarios Sergio, es algo que excede a nuestra humanidad. DTB.-