Sola
Por
Sergio Sinay
La soledad que sigue al poder será el espejo de la forma en que se lo ejerció. Simplemente se cosecha lo sembrado.
Hay soledades que
se sufren y soledades que se eligen. Soledades necesarias y soledades
humillantes. Soledades reparadoras y soledades trágicas. Soledades transitorias
y soledades eternas. Hay soledades que son aprendizajes y soledades que
desnudan un vacío existencial profundo y sin fondo.
El ejercicio del
poder es, para quien sepa entenderlo y cuente con recursos emocionales e
intelectuales para asumirlo, preámbulo de soledad, a veces momentánea, a veces
permanente. Qué tipo de soledad, será en cada caso una elección. Y esa elección
se habrá hecho a lo largo de los años en que se ejercitó el poder. Cuando se lo
hizo con soberbia, con prepotencia, con impiedad, sin el menor rasgo de empatía,
con avaricia, sin escrúpulos, por encima de las instituciones y de las normas
que lo regulan, con desprecio por los otros, con egoísmo, con autoritarismo,
todo eso revestido de grosería y sin el menor rasgo del estilo y de la cortesía
que requiere cualquier vínculo humano, la inevitable soledad posterior acaso
llegue a ser lo más parecido al infierno en la tierra. Es difícil afirmarlo,
las experiencias humanas más íntimas son intransferibles e inenarrables. Pero una
ley de la vida dice que se cosecha lo que se siembra. No hay quejas válidas, ni
culpables al respecto. Sólo responsabilidad. La responsabilidad es siempre
individual y llama a hacerse cargo de las consecuencias de los propios actos y
de las propias decisiones, y a responder por esas secuelas. La respuesta es
ineludible y no se puede limitar a la palabra. Se responde con todo el ser.
Las consecuencias
llegan a veces como una recompensa no buscada. Así ocurre con las acciones
morales, centradas en el respeto por el otro y por su dignidad, en el enaltecimiento
de los valores de la convivencia y de la cooperación para mejorar el mundo
compartido, en el ejercicio de la humildad, la gratitud, la generosidad. No
será este el caso de quien, en el cierre de una de las décadas más oscuras de
la reciente historia argentina, y clausurando su ciclo al frente del gobierno
más corrupto y autoritario desde la recuperación de la democracia, exhibió sin restos
de pudor y casi con altivez, una clara ignorancia de las reglas de la
democracia, desprecio por las instituciones y normas republicanas, ultraje a las
pautas elementales de la comunicación, del lenguaje y de la sintaxis (ahí
quedan para la historia sus innumerables tuits, que a medida que pasen los años
se leerán posiblemente con incredulidad, con carcajadas o con horror). La
última y póstuma semana de mandato fue pródiga en delirios paranoicos, en necedad,
en narcisismo desbordado, en negación de la realidad y en recargado
resentimiento.
Resultó tarde
para victimizarse como “mujer sola”. Sobre todo si quien lo hacía ejerció el
poder con los peores rasgos del machismo. Y si nunca mostró empatía y
solidaridad de género (o simplemente humana) con miles de mujeres golpeadas y
asesinadas por ser mujeres, con madres del dolor, con madres de la pobreza
(bajo su mandato los pobres se reprodujeron y al mismo tiempo se ocultaron),
con las hijas, las madres y las viudas de quienes murieron en accidentes viales
y ferroviarios producto de la corrupción que ella acaudilló, con las madres
cuyas hijas fueron devoradas por la trata de personas, con las madres de hijos destruidos
por la droga mientras el narcotráfico crecía ante su indiferencia cómplice, con
las madres, hijas y esposas víctimas de
la inseguridad que canallescamente se denominó “sensación”. Hay demasiadas verdaderas
mujeres solas por múltiples motivos que no le son ajenos a ella. Pretender ser
una de ellas es ofenderlas. Una ofensa más en la despedida.
Otras
mujeres requieren y requerirán atención, acompañamiento, empatía,
oportunidades. Hay que mirarlas a ellas, estar a su lado. El mundo está lleno
de mujeres que han sabido y saben rodearse de amores, de amigas, de cariño.
Mujeres que avanzan por una vida plena de sentido, en hermosas compañías. Cada
quien cosecha lo que siembra.
Como siempre impecable Ud Dr. SINAY. mis respetos y todo mi cariño por poner en su prosa lo que tantos sentimos y padecemos en estos sus últimos días de maltrato injustificado y de vergüenza Nacional e internacional. Gracias.
ResponderBorrarComo siempre impecable Ud Dr. SINAY. mis respetos y todo mi cariño por poner en su prosa lo que tantos sentimos y padecemos en estos sus últimos días de maltrato injustificado y de vergüenza Nacional e internacional. Gracias.
ResponderBorrar