jueves, 22 de octubre de 2015

Infeliz domingo
Por Sergio Sinay

Cuando las elecciones y los candidatos ponen a la sociedad frente al espejo y le preguntan qué hará frente a esa imagen, solo ella puede responder. 

   

Finalmente el domingo se vota. Dejarán de acosarnos e invadirnos telefónicamente hasta el abuso con encuestas y llamadas proselitistas, que ponen en evidencia lo que somos para los candidatos. Simples votos sin identidad. No personas que merecen respeto. Esa falta de respeto la demostraron de muchas otras maneras. Ocultando propuestas o proponiendo lo que ellos y nosotros sabemos que no cumplirán. La demostraron con las chabacanas reyertas de gallinero (con perdón de las gallinas, que no tienen segundas intenciones y responden a su naturaleza) que evidenciaron el pobrísimo nivel de su sintaxis, de su léxico, de su cultura y, lo peor, de su cosmovisión y sus ideas. Una sociedad que juega su destino a manos de estos candidatos tiene en ellos la imagen de sí misma. Si no lo entiende llevará una y otra vez la misma piedra hacia ninguna parte. Ni siquiera se la podrá comparar con Sísifo, rey de Corinto y, según leyendas, padre de Odiseo. Castigado por oponerse a Tanatos (es decir a la muerte) fue condenado a subir una y otra vez una roca sin alcanzar jamás la cima.
     Considerado en la mitología como el más sabio de los hombres, Sísifo es protagonista de un mito en el que, como en todos, hay grandeza, misterio, belleza, profundidad y abundante materia prima para la interpretación y la reflexión. Nada que se pueda comparar con una sociedad que cada cuatro años empuja vanamente una piedra extraída de su propio riñón, sin el menor aprendizaje ni transformación.
     A pesar de este sombrío panorama, no todos los candidatos son lo mismo. Uno de ellos representa como ninguno el pantano del que no se puede salir, la desesperanza final, la impunidad completa de los corruptos y la continuidad de muchos de ellos. Es el candidato de la vacilación, de la inseguridad garantizada, de las inauguraciones apócrifas, de los hospitales sin médicos ni recursos, de las escuelas como aguantaderos, del clientelismo abyecto. De la década perdida. El candidato que hizo cualquier pirueta para llegar a serlo (aun a costa del desprecio de su inefable tutora). El que no habla, no enfrenta, no afirma, no decide, no asume, no se hace cargo. El que, como Bartleby (protagonista de la clásica novela del mismo nombre creado por el gran Herman Melville) podría aferrarse a la frase: “Preferiría no hacerlo”. Aunque detrás de la superficie opaca del escribiente Bartleby había una conmovedora profundidad a explorar. Y detrás de la superficie opaca de este candidato solo hay un vacío sin fin.
     Así llegamos a estas elecciones. Las encuestas, con sus cifras más o menos amañadas, no dejan de reflejar una realidad. Cualquiera sea el resultado, la conveniencia le habrá ganado a la conciencia, la cobardía moral se habrá impuesto al coraje moral y la corrupción habrá salido impune para volver por más, ya que uno promete mantener a los corruptos y los otros no han dicho que estén dispuestos a castigarlos como merecen. En los porcentajes que las encuestas (y los opinólogos) adjudican a los candidatos se ve una vez más que las sociedades acaban por tener los gobernantes que se les parecen.

3 comentarios:

  1. A pesar de todo me parece un momento histórico, donde enfrentamos nuestra sombra o nos hundimos para siempre en el miedo y la negación y los egoicos argentinos tenemos que asumir nuestra mediocridad, el domingo es el primer umbral.
    Saludos
    Mar

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  2. Totalmente de acuerdo con vos Sergio. Me siento entre triste y enojada al concluir que ninguna opción me representa; porque no hay representantes de quienes nos esforzamos día a día por ser nuestra mejor versión humana; con humildad; a conciencia; con voluntad y poniendo amor en la tarea que nos toca. Tras tanta historia de valores que se hicieron banderas de lucha y conquistas de derechos... da impotencia que el ejercicio maravilloso de elegir a nuestros representantes hoy nos ponga en la frustrante situación de "votar al menos malo".
    Supongo que tendremos que seguir aprendiendo; pero ya deberíamos estar un poco mas maduros a esta altura de la historia... Ojalá mi hijo adolescente pueda vivir en su adultez algo mas parecido el país gobernado por gente que piense en el bien común. Y lo practique. Que asi sea... Y cumpla yo mi parte.

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  3. Ya no sabemos lo que está bien, lo que está mal, lo que es verdad, lo que es mentira... lo que es absurdo. Sinceramente, no rescato nada positivo después de tanta campaña política.

    Gracias por nombrar el cuento de Melville. No lo conocía y me pareció brillante.

    Saludos,

    Melisa

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