La gente, esa falacia
Por Sergio Sinay
(Columna publicada en el diario Perfil, 29/3/15)
Hay que tener cuidado con los candidatos que prometen
“escuchar a la gente”, “hacer lo que pide la gente”, “darle a la gente lo que
necesita” y otras abstracciones por el estilo. Son ilusionistas, y sus palabras
son falacias. ¿Quién es “la gente”? Hay gente honesta y deshonesta, sincera y
mentirosa, trabajadora y ventajera, violenta y pacífica, discriminadora y
tolerante, gente que cumple con la ley y gente que la evade, gente solidaria y
egoísta, confiable y manipuladora, ingenua y psicópata, rica y pobre. Las
opciones posibles de “gente” son interminables. Decir “la gente” es decir
nadie, es emular al tero poniendo el huevo en un lugar y cantando en otro, en
este caso con un canto vacío o falso.
Resulta legítimo sospechar que quien hará lo que “la gente”
pida, no tiene un programa cierto y consistente para ofrecer a la ciudadanía. Y
es riesgosa. La “gente” puede pedir cosas imposibles, inmorales,
contradictorias entre sí. ¿El candidato tiene un programa que pueda exhibir,
desplegar y sostener con argumentos que no se desplomen ante la primera
refutación? Sería muy útil y necesario saber qué proyecto de sociedad tiene quien
se llena la boca con “la gente”, porque quizás llevar adelante ese proyecto
requiera proponerle a esa “gente” cosas poco agradables de escuchar, quizás
haya que proponer sacrificios, convocar a resignaciones y postergaciones, como
cuando Churchill prometió solamente “sangre, sudor y lágrimas” a cambio de un
futuro incierto. También sería importante saber, de boca de ellos, qué es lo
que no podrán hacer aunque “le gente” lo espere o lo desee, y por qué no
podrán.
“La gente” que los candidatos invocan es algo virtual e
intangible. Pareciera que hablan de un cuerpo homogéneo, sin matices, sin
fragmentaciones, sin diversidad. Es una típica idea populista (vestido de
naranja, de amarillo o de grises ambiguos el populismo se impone), para la cual
los individuos no existen, el pensamiento autónomo de las personas tampoco y
las diferencias de propósitos mucho menos. Entre “la gente” no hay rostros definidos,
necesidades distintas, metas que necesitan herramientas y tiempos diversos. Es
una suerte de manada sin voz propia (los candidatos ventrílocuos la remplazan),
un “pueblo” bondadoso, inocente, trabajador, indiferenciado, que solo añora
recuperar un paraíso perdido o acceder por primera vez al edén gracias a ese
candidato al que entrega su destino.
Gente, mercado, público, audiencia, hinchada, fanaticada,
pueblo, grey, electorado son conceptos que definen espacios inciertos,
indefinidos y a veces improbables, en los que no hay personas (se cuentan
cabezas, como con el ganado, porcentajes, “likes”, puntos de rating). Y donde
no hay personas no hay responsabilidad, ya que esta es solamente individual y
se diluye en las multitudes. Meterse en la manada, hacer lo que hacen todos,
tercerizar el pensamiento, las decisiones, las respuestas a las circunstancias
de la vida, dejándolos en manos de un gurú, un ídolo, un rico, un famoso, un
manosanta, un falso mesías o un candidato es una manera cierta (y común) de
ejercer la irresponsabilidad respecto de los propios actos y las propias
elecciones. Y también de sus consecuencias.
Los candidatos que se regodean con “la gente” debieran recordarlo.
“La gente” llena una plaza para vivar a Galtieri y dos meses después la llena
otra vez para pedir su cabeza. “La gente” no tiene lealtades sino conveniencias
e impulsos momentáneos. Quizás por eso los candidatos la mencionan tanto.
Porque ellos actúan igual. Mientras tanto, quienes aún se sienten personas,
individuos, ciudadanos, y actúan como tales, siguen esperando a conocer
programas, a escuchar voces que los respeten como tales, que abran un diálogo
hacia un futuro hecho de diversidades, de dificultades a resolver, de opciones
a explorar. De tareas y deberes concretos. Esperan un candidato que, fuera del
marketing, los vea como personas (y no como un rebaño). El individuo, el
ciudadano que se percibe como tal sabe que quien habla de “la gente” no le
habla a él.
tan correcto y aplicable a cualquier proecso de elecciones hoy en día, da igual el país...
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