viernes, 10 de abril de 2015

¿Por qué roban?

Por Sergio Sinay

La vieja diferencia entre ser y parecer aplicada a la imagen de los políticos




Si un político llega al gobierno con fortuna económica personal previa, una vez en funciones no roba. Esto me decía un conocido hace algunos días, y parecía muy convencido. Y esto es lo que Daniel Khaneman, psicólogo del comportamiento que ganó el premio Nobel de Economía en 2002, llama efecto halo. Un atajo del pensamiento debido al cual se toma una característica de un individuo y de allí se sacan conclusiones sobre la totalidad de su persona. Por ejemplo: “Si es bueno no miente”, “Si es gordo come mucho”, “Si lee mucho es inteligente”, etcétera. Así tenemos, en este caso, “Si es rico no roba”. Y su contrapartida inmediata, inconsciente, oculta: “Si es pobre, roba (o tiene más posibilidades de hacerlo)”. Los atajos de este tipo simplifican, eximen de pensar, instalan una peligrosa pereza mental.
Muchos nuevos millonarios que deben su casi obsceno patrimonio a la política empezaron siendo pobres. Sin embargo, llegar a ricos no hizo que dejaran de robar, de corromper y de corromperse. Y mucha gente pobre (la mayoría acaso, en un país en donde hay 12 millones de pobres según cálculos de organismos confiables, como el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica) no roba.
Que un funcionario o un gobernante lleguen a la política primero y al gobierno después siendo portadores de un excelente pasar económico no garantiza su honestidad en el desempeño del cargo. Y tampoco todo político pobre sale enriquecido del poder. Ahí están los ejemplos de Arturo Illía, de Raúl Alfonsín, de Arturo Frondizi o, entre otros, de Elpidio González, vicepresidente Irigoyen, que murió en la pobreza extrema.
¿Por qué, entonces, roban y se corrompen quienes lo hacen? No por una cuestión económica, sino moral. Carecen de valores, ven a las personas como simples medios para sus fines, desconocen la empatía. No roban por hambre ni por necesidad. Alguna “abogada exitosa” que llegó a la presidencia dijo alguna vez, según un político cercano a ella, que “para hacer política se necesita platita”. Roban lisa y llanamente por inmoralidad. No ven la política como una actividad de servicio a la comunidad a la que pertenecen sino como un medio del cual servirse. No les importa el hecho de que no sólo roban dinero, sino que ese dinero significa educación, salud, seguridad, sueños, proyectos, tiempo y vidas de seres (mujeres, niños, hombres, ancianos) reales. Al robar matan (poco importa si es de manera directa o indirecta, una muerte es siempre una muerte y la corrupción provoca muertes masivas en trenes inseguros, en barrios desprotegidos, en hospitales vaciados de recursos, en rutas intransitables, en comunidades hambreadas).
Llegar con dinero previo no los hace menos ladrones. Besar bebés o abrazar ancianos durante la campaña, tampoco. En todo caso sólo los hace más inmorales de lo que ya eran, con o sin plata. Con plata se les nota mucho más, esa es la diferencia, porque una vez cebados ya ni siquiera disimulan. Pueden lucir un millón de dólares en joyas y seguir hablando de los pobres.

En todo momento, pero mucho más en tiempos electorales, es importante no caer en la simplificación mental del efecto halo. Hay mucho marketing perfecto dedicado a generarlo.  Los valores que importan son los morales y no los económicos. Y esos valores solo se demuestran viviéndolos. Justamente por esto no es posible aquello de que “roban pero hacen”. El que roba es siempre un ladrón. Y lo que hace es robar.

1 comentario:

  1. Excelente!, lamentablemente es lo que pasa en nuestra Argentina desde hace mucho tiempo, somos cada día que pasa,un poco más pobres en este país maquillado de Democracia.

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