¿Por qué roban?
Por Sergio Sinay
La vieja diferencia entre ser y parecer aplicada a la imagen de los políticos
Si un político llega al gobierno con fortuna económica
personal previa, una vez en funciones no roba. Esto me decía un conocido hace
algunos días, y parecía muy convencido. Y esto es lo que Daniel Khaneman, psicólogo
del comportamiento que ganó el premio Nobel de Economía en 2002, llama efecto halo. Un atajo del pensamiento debido
al cual se toma una característica de un individuo y de allí se sacan
conclusiones sobre la totalidad de su persona. Por ejemplo: “Si es bueno no
miente”, “Si es gordo come mucho”, “Si lee mucho es inteligente”, etcétera. Así
tenemos, en este caso, “Si es rico no roba”. Y su contrapartida inmediata,
inconsciente, oculta: “Si es pobre, roba (o tiene más posibilidades de
hacerlo)”. Los atajos de este tipo simplifican, eximen de pensar, instalan una
peligrosa pereza mental.
Muchos nuevos millonarios que deben su casi obsceno
patrimonio a la política empezaron siendo pobres. Sin embargo, llegar a ricos
no hizo que dejaran de robar, de corromper y de corromperse. Y mucha gente
pobre (la mayoría acaso, en un país en donde hay 12 millones de pobres según
cálculos de organismos confiables, como el Observatorio de la Deuda Social de
la Universidad Católica) no roba.
Que un funcionario o un gobernante lleguen a la política
primero y al gobierno después siendo portadores de un excelente pasar económico
no garantiza su honestidad en el desempeño del cargo. Y tampoco todo político
pobre sale enriquecido del poder. Ahí están los ejemplos de Arturo Illía, de
Raúl Alfonsín, de Arturo Frondizi o, entre otros, de Elpidio González,
vicepresidente Irigoyen, que murió en la pobreza extrema.
¿Por qué, entonces, roban y se corrompen quienes lo hacen?
No por una cuestión económica, sino moral. Carecen de valores, ven a las
personas como simples medios para sus fines, desconocen la empatía. No roban
por hambre ni por necesidad. Alguna “abogada exitosa” que llegó a la
presidencia dijo alguna vez, según un político cercano a ella, que “para hacer
política se necesita platita”. Roban lisa y llanamente por inmoralidad. No ven
la política como una actividad de servicio a la comunidad a la que pertenecen
sino como un medio del cual servirse. No les importa el hecho de que no sólo
roban dinero, sino que ese dinero significa educación, salud, seguridad,
sueños, proyectos, tiempo y vidas de seres (mujeres, niños, hombres, ancianos)
reales. Al robar matan (poco importa si es de manera directa o indirecta, una
muerte es siempre una muerte y la corrupción provoca muertes masivas en trenes
inseguros, en barrios desprotegidos, en hospitales vaciados de recursos, en
rutas intransitables, en comunidades hambreadas).
Llegar con dinero previo no los hace menos ladrones. Besar
bebés o abrazar ancianos durante la campaña, tampoco. En todo caso sólo los
hace más inmorales de lo que ya eran, con o sin plata. Con plata se les nota
mucho más, esa es la diferencia, porque una vez cebados ya ni siquiera
disimulan. Pueden lucir un millón de dólares en joyas y seguir hablando de los
pobres.
En todo momento, pero mucho más en tiempos electorales, es
importante no caer en la simplificación mental del efecto halo. Hay mucho marketing perfecto dedicado a generarlo. Los valores que importan son los morales y no
los económicos. Y esos valores solo se demuestran viviéndolos. Justamente por
esto no es posible aquello de que “roban pero hacen”. El que roba es siempre un
ladrón. Y lo que hace es robar.
Excelente!, lamentablemente es lo que pasa en nuestra Argentina desde hace mucho tiempo, somos cada día que pasa,un poco más pobres en este país maquillado de Democracia.
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