Un extraordinario,
bello y necesario ensayo sobre un tema que nos atraviesa.
Por
Sergio Sinay
El
tiempo nos atraviesa. Está presente en nuestra conciencia, pero mucho más fuera
de ella o en lo profundo del inconsciente, determinándonos. Es difícil o
imposible de definir (basta con hacer la prueba, aunque en principio parezca
sencillo). Lo curioso es que, quizás, el tiempo no exista. Que, pensándolo
bien, no sea sino una creación humana, un intento, uno más, de controlar la
incertidumbre, el imponderable y de imponerse a la muerte. Hemos quedado
atrapados en nuestra propia creación, ella se ha infiltrado en todos los
resquicios de nuestra vida. En la producción económica, en nuestros vínculos,
en todos los ámbitos de la existencia. Hablamos de ganarlo, perderlo o
ahorrarlo, como si fuera tangible. “Time is money” es la consigna que nos apura
para no dejar “tiempos muertos” en ningún orden de la vida, so pena de estar
perdiendo algo importante, de estarnos malogrando. Así, no nos permitimos
aburrirnos. Es que el aburrimiento nos pone cara a cara con el tiempo, con su
quietud angustiante. Entonces huimos para llenar minutos y segundos con lo que
sea, con actividad frenética, que obstruye el pensamiento.
Se puede seguir y seguir reflexionando acerca
del tiempo y, desde él, acerca de casi todo lo que vivimos, lo que nos rodea,
lo que nos inquieta, lo que nos angustia o esperanza. Esperanza viene de
esperar. No habría noción de espera sino hubiésemos inventado el tiempo. Se espera
en el tiempo. Se recuerda en el tiempo, viajando hacia atrás por él. Se
proyecta en el tiempo, imaginando futuros. Y se siente, gracias a él, la
fugacidad inatrapable del presente.
El
brillante filósofo alemán Rüdiger Safranski ha escrito un ensayo de notable
originalidad, profunda inteligencia y bellísima escritura que se titula
precisamente Tiempo (así de breve,
contundente y sencillo) y acaba de publicarse en castellano. Su lectura es un
ejercicio apasionante, una invitación a pensar y es, por momentos, la
confrontación con ideas que estremecen. Porque reflexionar sobre el tiempo es
confrontar con la eternidad (¿qué es, cómo pensarla sin sentir vértigo?), con la
muerte (¿es el final absoluto, sigue el tiempo después de ella?), con el
sentido de una vida que es finita (finitud, una expresión del tiempo). Desde su
análisis del tiempo, Safranski examina la globalización, el arte, los modelos
de vida vigentes, la política, el capitalismo, el origen del universo, la
filosofía, la ciencia. Lo hace con un pensamiento siempre asombroso y
deslumbrante, como el de quien ha dedicado largo tiempo (valga la paradoja) a
la exploración de este tema que, al estar tan naturalizado, dejó de ser motivo
de reflexión, pero es la materia prima de la cual estamos hechos.
Tiempo, de Rüdiger
Safranski, es una de esas lecturas que pueden marcar para siempre el
pensamiento, la cosmovisión y la forma de vivir de quien se acerque a esta obra
con la mente abierta, dejando afuera ideas preconcebidas, atreviéndose a
explorar un territorio para el cual no hay mapas. Una obra mayor y única que
refulge con mayor esplendor en una época signada por la fugacidad, el apuro, la
ansiedad, la angustia existencial, la levedad, lo efímero. Es decir por los
atajos que, en el afán de huir del tiempo, llevan a ninguna parte.