lunes, 6 de mayo de 2024

Una luminosa ceguera

 UNA LUMINOSA CEGUERA

por Sergio Sinay

¿Cuántas vidas simultáneas vivimos? ¿En cuántas, y cómo accedemos al amor? ¿Qué es el azar? ¿Y qué el tiempo? Apasionantes preguntas del infinito universo borgiano que atraviesan "Cita a ciegas", una conmovedora experiencia teatral cuyos ecos resuenan más allá del escenario



Somos puntos de una trama infinita, tejidos por el azar, que, a pesar de lo que creemos, es metódico y ordenado. Lo decía Einstein al afirmar que Dios no juega a los dados. Y es la idea que sobrevuela “Cita a ciegas”, historia que Mario Diament imaginó y escribió tras entrevistar en 1984 a Jorge Luis Borges. Modelo perfecto de teatro de cámara, toma a cuatro personajes que, en principio, son para el espectador cuatro puntos perdidos en el espacio del desasosiego, el desamor, el hambre de sentido para sus vidas a la deriva, y los hace girar en torno de un escritor ciego sentado en una plaza hasta que, desde sus dolores, angustias y frágiles anhelos y esperanzas, se vislumbra la trama, el tejido que los une y los desune en el presente y en el pasado sin que ellos mismos terminen de saberlo y de comprenderlo.

El escritor es Borges, aunque no se lo nombre, pero es más que el Borges carnal. Es el punto central de un Aleph en el que caben todas las posibilidades e impedimentos del amor, y hasta la posibilidad de que aquello que vivimos en esta realidad esté sucediendo de un modo diferente en un mundo paralelo. El otro, los caminos que se bifurcan, las ruinas circulares de tantas existencias y la vastedad de lo cuántico están allí. Es el infinito universo de Borges, al cual volver si se lo leyó y al cual ingresar, si no, siguiendo esta historia, que son muchas historias.

“Cita a ciegas” es un preciso y precioso mecanismo de relojería que necesitó para plasmarse de la lucidez y la sensibilidad de su director (Mauro J. Pérez) y de sus actores (Mario Petrosini, Hugo Cosiansi, Iardena Stilman, Silvina Muzzanti, Nayla Noya). Se trata tanto de un thriller sobre física cuántica, como de una meditación sobre el amor (que siempre pide cuentas, como se dice en la obra) y sus misterios, como de una exploración de las infinitas dimensiones del tiempo y de una inmersión poética y conmovedora en la eterna genialidad de un hombre al que su ceguera jamás le impidió ver lo que tantos videntes no captan. Una obra conmovedora, de visión imprescindible (valga el juego de palabras). Está en el teatro El Método Kairós.