viernes, 12 de abril de 2024

 

El periodismo

 desobediente


Por Sergio Sinay


Fundador del periodismo moderno, Joseph Pulitzer dejó un mensaje para los gobernantes, los lectores y los periodistas de hoy




 

 

El premio Pulitzer otorga prestigio y reconocimiento a los narradores, dramaturgos, ensayistas y periodistas que acceden a él. Fue creado en 1917 y lo gestiona la Universidad de Columbia, en Nueva York. Nació por decisión de Joseph Pulitzer (1847-1911), que así lo dejó manifestado en su testamento. Pulitzer era húngaro, emigró a Estados Unidos en 1864, en plena Guerra de Secesión, y se enroló en el ejército unionista, que ganaría la contienda representando al Norte antiesclavista. Al cabo de la guerra se convirtió, en San Luis Missouri, en reportero del The Westliche Post, diario en lengua alemana, y se afilió al Partido Demócrata. Pero aspiraba a más. Quería su propio diario. En 1883 se mudó a Nueva York y adquirió el matutino The World para crear el infotainment, estilo que combinaba información con entretenimiento. El periódico se hizo popular y fue puntal en la denuncia de la corrupción y la injusticia.

Desde el The World Joseph Pulitzer inició una dura competencia contra el The New York Morning Journal, propiedad de otro magnate de la prensa, William Randolph Hearst. Y como atracción incluyó el color en su diario. Así pudo publicarse The Yellow Kid (El chico amarillo), una historieta surrealista creada por Richard F. Outcault y publicada entre 1895-98, cuyo protagonista se imprimía en esa tonalidad. Allí nació (debido a esa experiencia y a la popularidad y estilo del diario) la denominación de periodismo amarillo. Sin embargo, el ideal periodístico de Pulitzer iba más allá. Veía en la profesión una misión: defender la democracia y los ideales republicanos, elevar el nivel cultural de sus lectores, anticiparse al devenir de la historia y no correr detrás de ella. El texto publicado en mayo de 1904 en la North América Review en el que fundamentaba los propósitos que lo guiaron a fundar la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia sigue siendo ejemplar y merece ser leído no sólo por quienes ejercen el oficio con verdadera vocación, sino también por gobernantes que usan al periodismo como chivo emisario o enemigo de ocasión (por temor, por resentimiento, como castigo por no ser alabados incondicionalmente o por ver desnudado lo que pretenden ocultar). Incluso es una lectura recomendable para la opinión pública.

Acerca de esta dice Pulitzer: “La opinión pública es una entidad variable que a menudo cambia a la velocidad del pensamiento. Por eso es imposible que siempre esté en lo cierto. ¿Era la voz del pueblo la voz de Dios cuando apoyaba la esclavitud en una república dedicada a la libertad?”. Oportuna advertencia para quienes, desde el poder, creen contar con una feligresía eterna e inamovible. La historia los desmiente a cada paso, aunque la ignoren. Los trolls no votan, aunque inunden las redes sociales, y se necesiten pocas personas para crear miles de esos depredadores seriales. Por eso siguen vigentes las palabras de Pulitzer cuando afirmaba que la función y el poder de la prensa “perdurarán en la misma medida en que lo hará la fidelidad de los periódicos a sus principios y a su deber de hacer de la prensa una fuerza ética de la comunidad, sirviendo a la gente y luchando por ella sin temor, sincera, desinteresada y libremente”. Quienes ejercen la profesión en consonancia con esas palabras perduran más allá de tiempos y coyunturas. Más allá, también, de quienes, desde el poder, pretenden modelar la realidad forzándola a ser el reflejo de un pensamiento único, refractario al disenso, al debate, a la diversidad de ideas. “Una opinión pública bien informada será siempre nuestro tribunal de última apelación”, sostenía Pulitzer. Y agregaba que esa apelación “siempre se puede hacer con seguridad contra los errores públicos, la corrupción política, la indiferencia popular o las faltas administrativas”. Cerraba su memorable texto afirmando que el trabajo del periodismo es “difundir inteligencia como el sol difunde luz” y que, si eso se cumple, “la opinión pública hará otro tanto a favor de la justicia en el gobierno, la pureza en la política y valores más altos en los negocios y en la vida social de la nación”. Aun a pesar quienes desean una prensa obediente y que la opinión pública se les rinda incondicionalmente.

jueves, 14 de marzo de 2024

 EQUIDAD, RESPETO Y DIFERENCIA

Sergio Sinay

Una filósofa feminista plantea una nueva e inteligente perspectiva para superar los desencuentros de género en todos los ámbitos de la vida cotidiana





El ingreso de las mujeres a territorios laborales, políticos y sociales que les resultaban ajenos o estaban vedados no es sólo consecuencia de movimientos y luchas feministas, sino también de desarrollos tecnológicos producto de los cuales, especialmente en Occidente, los trabajos que sostienen al capitalismo tardío se hicieron menos dependientes de la fuerza y la destreza física. Entre otros interesantes y muy lúcidos conceptos esto plantea Nina Power en su reciente libro “¿Qué quieren los hombres?”, a mi entender la más amplia, comprensiva y superadora mirada planteada acerca de la controvertida temática de género.

Power es una filósofa y activista feminista británica que aporta con claridad y aguda inteligencia una perspectiva nueva y enriquecedora a una cuestión infestada de intolerancia, fundamentalismos, sesgos, desencuentro, cancelación y, en definitiva, rencor e infelicidad entre unos y otras. ¿Cómo podemos respetarnos, comprendernos y amarnos mutuamente cuando una cultura que nos necesita enfrentados, segmentados y solos para sacar rédito de ello desalienta valores eternos que están en nosotros por encima de cuestiones de género?, se pregunta Power. El sexo existe, somos distintos, pero podemos amar las mismas cosas.

Nuestra cultura está en problemas, afirma y demuestra Power, y trabajar en ello es una tarea convocante para todos. Vivimos en un mundo heterosocial, señala, en el que los sexos se mezclan en todas las áreas de la vida cotidiana, social y ecnómica. El trabajo es una de ellas: ¿cómo deberíamos actuar en este ámbito los hombres y las mujeres para respetarnos diferentes (aspecto que las proclamas igualitarias suelen pretender eliminar o forzar hacia una similitud voluntarista que empobrece a todos) y relacionarnos con equidad en ámbitos cooperativos? Este es un desafío que nace de la muy recomendable lectura de Power. Dejo y comparto aquí el interrogante.