jueves, 3 de octubre de 2024

Tanto ruido y tanta furia

por Sergio Sinay



En el quinto acto de esa impresionante y poderosa tragedia que es “Macbeth” William Shakespeare pone en boca del protagonista esta sentencia: “La vida es una historia contada por un necio, llena de ruido y furia, que nada significa”. La vida social y política, las relaciones interpersonales, los espacios públicos, e incluso los íntimos y privados, parecen darle hoy la razón al enloquecido Macbeth que ve acercarse su hora final. Hay ruido y furia en los discursos, en las réplicas, en las acciones. Ruido y furia en las pantallas, en las redes, en los micrófonos. En la boca de gobernantes, dirigentes, parlamentarios, líderes, comunicadores. Ruido y furia en las calles, en los salones y en las alcobas.

El ruido y la furia como una emoción desbocada, como un caballo salvaje, sin jinete. Sin el jinete de la razón, capaz de conducirla. Ruido y furia. Nada más alejado de la filosofía del diálogo que proponía el filósofo israelí Martín Buber (1878-1965), nacido en Austria. Una palabra esencial sostiene a la vida verdaderamente humana, decía Buber. Esa palabra es Yo-Tú. Ambos términos son inseparables. Nada significa Yo si no hay un Tú. Y sólo ante un Yo cobra sentido el Tú. Todos somos Yo ante alguien. Todos somos Tú ante alguien. Cuando consagramos eso reconociendo al otro y respetándolo, y siendo reconocidos y respetados por él, construimos un puente y confirmamos otra afirmación de Buber: “Toda vida verdadera es encuentro”.

El ruido y la furia son lo contrario del diálogo y del encuentro. Destruyen el puente que lleva de Yo a Tú y de Tú a Yo. Ruido y furia impiden la escucha. Convierten la palabra en grito. Se lucha por imponer el monólogo propio. Y dos monólogos paralelos, por mucho que se griten, no hacen un diálogo, como bien decía Buber. No quedan entonces opciones. Habrá que aprender nuevamente a dialogar (o aprender por primera vez si nunca se lo hizo). O sucumbir ensordecidos por el ruido y la furia.

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