En la era del autobombo
Por Sergio Sinay
Corren tiempos de ansiedad, velocidad, alienación, indiferencia, globalización, soberbia tecnológica, etcétera. Y es también la era del autobombo. De la literatura del yo, el narcisismo, la primera persona del singular, la indiferencia ante el otro, la auto celebración, las selfies, e incluso la victimización ante cualquier obstáculo a los propios deseos. La era de un yo sin tú. El filósofo existencialista austríaco israelí Martín Buber (1878-1965), decía que la palabra “yo” solo adquiría sentido ante la presencia de un “tú”, pues de lo contrario nada significa. Y al pronunciarla nos convertimos en el tú del otro, del prójimo, quien se percibe a sí mismo con el vocablo “yo”. Por lo tanto, yo-tú es una sola palabra, según Buber la palabra primordial, base de toda experiencia humana.
ACTUAR
CON EGOÍSMO
No es
algo nuevo. El 31 de agosto de 1997, antes de las redes, la revista de negocios
“Fast Company” (hoy existe en versión digital) publicaba un artículo de Tom
Peters, célebre gurú del marketing, en el que incitaba a sus lectores a
convertirse ellos mismos en marcas. El nuevo mundo es el mundo de las marcas, anunciaba
Peters en ese artículo titulado precisamente “Una marca llamada tú”, y en lugar
de llevar distintivos ajenos (como los que se lucen en remeras, sacos, tazas,
lapiceras, relojes, vaqueros y hasta tatuajes) es hora de lucir el propio, de convertirse
uno mismo en etiqueta. Sin metáforas, el gurú aconsejaba: “Preguntate por qué
querés ser famoso”. Y señalaba que, fuera cual fuese el motivo, este y el
contenido son menos importantes, que el chisporroteo. No hay límites, apuntaba,
para el modo en que puedes crear y reforzar tu perfil. Todo vale. Es así como
lo hacen las grandes marcas y solo se trata de imitarlas. Desarrollar, insistía
Peters, el poder de la influencia. Se estaba adelantando a la era de los
“influencers” y los “youtubers”, los estaba anunciando. “Puede sonar egoísta”,
escribía. “Pero esto requiere que actúes egoístamente: que te promociones, que
el mercado te recompense”.
Más
tarde, en 2005, el filósofo francés Giles Lipovetsky publicaba un ensayo ya clásico:
“La era del vacío”. El consumismo desbocado, el individualismo feroz, la
adicción a lo nuevo por lo nuevo mismo, la obsesión por el cuerpo, la indiferencia
ante los temas colectivos y sociales, el hedonismo, la pasión por lo efímero y
descartable (incluidas las personas), la seducción por lo banal y superficial.
Algo que el sociólogo polaco Zygmunt Bauman (1925-2017) bautizaría como
“tiempos líquidos”. Una existencia carente de sentido. Su precio es la angustia
existencial, que ningún psicofármaco puede remediar, aunque se los consuma
masivamente como golosinas. En ese vacío flotan
preguntas que abruman desde la consciencia o desde el inconsciente. ¿Para
qué vivo? ¿Quién soy? ¿Existo? Las respuestas nunca están afuera de cada
individuo, sino en lo más profundo de sí, un espacio al que se teme bajar. Para
evitarlo hay quienes hacen lo que fuere, desde las conductas, hasta las
vestimentas o la martirización de sus cuerpos a través de piercings, tatuajes,
dietas o cirugías. La cuestión es llamar la atención, ser visto, que la mirada
ajena diga que uno existe. Otros buscan respuestas en la adhesión masiva a
ídolos que incluyen desde políticos hasta cantantes, deportistas, performers o,
simplemente, influencers. La masividad y los fanatismos son anestésicos para el
dolor de la consciencia y para diluir la responsabilidad sobre la propia vida.
CONVERTIRSE
EN PRODUCTO
En ese
campo fértil florecen influencers, “youtubers” y una amplia fauna de famosos.
Se auto celebran y buscan afanosamente la celebración ajena. En una nota de la
periodista Karelia Vázquez para el diario español El País en febrero de 2022 Steven
P. Vallas, profesor de Sociología del Trabajo en la Northeastern University de
Boston dice: “Aunque podría pensarse que construir una marca personal es
inevitable en el capitalismo tardío, se trata de un argumento que pone el éxito
por encima de la autenticidad a un costo muy elevado. Me pregunto, ¿por qué
utilizar el discurso del branding (marcas)? Veo un problema cuando nos
consideramos a nosotros mismos como productos cuyo valor debe expandirse como
sea por nuestro propio bien”. A su vez el académico canadiense en ciencias
políticas David Zweig celebra a quienes se resisten al autobombo y la
autocelebración: “De hecho, la ausencia de autobombo ha sido parte de su éxito.
No estoy sugiriendo que haya que esconder los méritos, pero buscar el reconocimiento
a toda costa no es el mejor camino para la realización”.
El autobombo
abarca no solo a figuras del espectáculo, la moda, la canción, la literatura,
los medios, el deporte o la simple nada, sino también a científicos y
políticos. En 2019 un estudio de la revista Nature mostraba que muchos
de los más renombrados científicos del mundo, incluidos premios Nobel, se citan
a sí mismos permanentemente e incluso cuentan con equipos encargados de
hacerlo. Cuando Santi Maratea alardea de la mansión que alquila en Bariloche
para sus vacaciones (gracias sus acciones filantrópicas) y admite que para
salvar al club Independiente de sus deudas él cobra un 5% de los aportes de los
hinchas, simplemente confirma que en la era del autobombo lo que importa es el
negocio. El contenido es medio para un fin.
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