Pollos en el shopping
Por Sergio Sinay
Manipuladas por perversas estrategias de marketing, miles de personas, enceguecidas por una fiebre consumista, se asemejan en los shoppings a los pollos en los criaderos
“Lejos de los tribunales porteños, en las granjas de la
empresa tratan de que las aves no se maten entre ellas por falta de comida y
que la valiosa matriz genética, uno de los principales activos de lo que fue
Rasic Hermanos, sobreviva”. Esta noticia, publicada en La Nación, hacía
referencia, en estos días a la avícola Cresta Roja. Pocos días antes en el
mismo diario se podía leer lo siguiente: “´¡Atención! A partir de este momento
y por cinco minutos empieza el happy hour con 30, 40, 50 por ciento en el local…´,
esta fue la frase mágica que dio inicio a la locura que se desató anoche en
centros comerciales de la Capital y el Gran Buenos Aires”. Esta vez la noticia
se refería a esa perversa estrategia de marketing que los shoppings mantienen
desde hace cinco años para estas fechas, consistente en ofrecer cinco minutos
de descuentos fabulosos y repetir incesantemente el estímulo (o carnada) entre
las 18 horas de un día y las 4 de la madrugada del siguiente.
Entre los pollos de criadero matándose por un gramo de
alimento y los exasperados consumistas empujándose, codeándose e
insultándose por cinco minutos de descuentos ilusorios (jamás se confesará cuál
fue el aumento antes del descuento) hay tres similitudes: una es la desesperación, la ceguera, el vale todo. Otra
es que ambos son manipulados desde afuera de las jaulas. La tercera es que a
unos y otros los manipuladores de conductas les mantienen las luces encendidas
sin pausa para que no dejen de comer en un caso y de comprar en el otro. Y hay
varias diferencias: los pollos lo hacen por la necesidad imperiosa de comer
para vivir; los consumistas no necesitan la mayoría de las cosas por las que se
apiñan, compran por comprar, porque los estimulan, por adicción. Llamarle “ahorro”
a esa obsesión es un eufemismo inaceptable; el que de veras quiere ahorrar se
queda en su casa, o regala tiempo, sonrisas, escucha, algo hecho con sus manos,
compañía, una caricia o simplemente amor.
Otra gran diferencia es que los pollos carecen de lóbulo
prefrontal y por lo tanto no pueden pensar críticamente, evaluando, deduciendo,
recopilando y organizando datos e ideas. Los humanos contamos con todo eso,
pero cuando desertamos de su uso nuestro pensamiento se convierte en lo que el
psiquiatra inglés Steve Peters llama “pensamiento de chimpancé”. Es, según
demuestra exhaustivamente en su libro “La paradoja del chimpancé”, un
pensamiento reactivo, emocional, instintivo, primitivo, lineal, carente de
lógica y generador, habitualmente, de conductas disfuncionales.
Mientras avanzan hacia los locales de los shoppings como
muertos vivientes (si pudieran verse comprobarían que esa es su imagen) y en
lugar de “¡Brains, brains!” (“¡Cerebros, cerebros!”) claman “¡Descuentos,
descuentos!”, ni se les ocurre pensar que las luces y los aires acondicionados que permanecen encendidos durante toda la noche no
significan ahorro sino derroche. Y un derroche mucho más alevoso cuando en el
país se ha declarado la emergencia energética. De paso, no habría estado de más
la intervención de alguna autoridad del gobierno nacional o del gobierno de la
ciudad para tomar alguna medida al respecto. ¿O mientras haya consumo no
importa a qué precio y tampoco si es a costa de la solidaridad con los que
pasan días enteros sin luz, además de otras solidaridades y valores olvidados?
Una persona querida y cercana me decía durante la
Nochebuena, mientras observábamos cómo miles y miles de pesos eran despilfarrados
impunemente en el cielo bajo la forma de artefactos pirotécnicos: “Solo sin
consumismo la vida en este mundo podrá ser sustentable”. Cambiar para mejor es
modificar hábitos y conductas nocivos no solo para uno sino para el entorno en
el que se convive. Es levantar la vista y ver a los otros, ver más allá del
propio ombligo y del deseo inmediato. Cambiar para mejor es recuperar la
capacidad de pensar en términos humanos, recapacitar, reflexionar. Los pollos
del criadero no pueden hacer esto y por eso generan lástima, dolor. Los pollos
de los shopping sí pueden, por eso no conmueven. Decepcionan, desalientan, exasperan.
Pienso exactamente igual, y no tengo esperanza de que la situación cambie; ojalá me equivoque.
ResponderBorrarUn saludo cordial
Bueno Sergio pero esto antes acá no existía, lo trajimos con las modas del uno a uno de Menen.Nosotros ( yo no me incluyo) somos nenes de pecho. ¿ Vos viste una liquidación de ofertas no se bien como se llama , tiene un nombre especial en Estados Unidos? DIRECTAMENTE SE MATAN pero de verdad se pisan , se pelean es horroroso verlo. Una vez ví una parodia en The Nanny pero esa era comedia. Yo te estoy hablando de lo que ví por tv pero en serio.Es tremendo Nos quedamos con lo peor de esos años. Bueno hablendo de otra cosa espero que tengas un hermoso año 2016 un saludo a todos los tuyos y en especial a tu hijo que hace esa música genial. Muy feliz Año Con cariño Rosana Marchese
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