Ganó el No afirmativo
Por Sergio Sinay
La sociedad tiene por delante una tarea moral: convertir la energía con la que dijo No a una década perversa en una energía que, en el día a día, empiece a construir el Sí con el que sueña
En las elecciones
del domingo 25 de octubre ganó el No.
No a la intolerancia. No a la mentira como única verdad. No al narcisismo desbocado instalado en
la cima del poder. No al insulto
gratuito y resentido como única forma de comunicación. No a la negación sistemática de la realidad y a su adulteración
permanente. No a delirantes sueños
monárquicos sin sustento. No a la
ordinariez como dogma y estilo. No a
la ausencia absoluta de empatía por el dolor ajeno. No a la ofensa automática al diferente y a su pensamiento. No a la pobreza estructural. No a una intelectualidad de pacotilla,
oportunista y miserable atrincherada en un absurdo “pensamiento nacional”. No al narcotráfico y a la delincuencia
instalados en cargos y funciones gubernamentales. No al usufructo rapaz del Estado, que es propiedad de todos los
ciudadanos, en beneficio propio y de una banda de obsecuentes. No a la naturalización del crimen en las
calles y en las casas ante la total e imperdonable indiferencia del poder. No a la manipulación de la justicia y a
su desprecio cuando no puede ser usada para granjearse impunidad. No a la corrupción más obscena y
desembozada de la que haya memoria en tiempos democráticos. No al desprecio por las instituciones
republicanas. No a la ostentación de
incultura e ignorancia en cada párrafo de cada discurso oficial. No a la soberbia y a la prepotencia como
argumentos políticos. No a la
educación clientelista y empobrecedora. No
a la prebenda y el clientelismo en lugar del esfuerzo y el trabajo. No a la utilización perversa e inmoral
de los derechos humanos y de la memoria colectiva, avalada por muchos de los
que debieran protegerlos y ponerlos a salvo de cualquier manipulación
gubernamental. No a la penalización
del salario mediante impuestos usurarios. No
al agravio permanente a los jubilados mediante el arrojo de migajas mientras se
malversan los fondos que les corresponden. No
al uso de empresas estatales (como la ineficiente e impresentable Aerolíneas
Argentinas) como guaridas de patotas militantes. No a la falsificación permanente de la historia, tanto de la
reciente como de la lejana. No a la
complicidad con dictaduras inmorales e indisimuladas como la rusa o la
venezolana, y a la complicidad con regímenes que desprecian los modelos y procedimientos
políticos e institucionales que el mundo civilizado transita desde el
Iluminismo en adelante. No al
encubrimiento de funcionarios terroristas extranjeros que planearon y
ejecutaron en la Argentina un atentado que asesinó a más de 80 hombres y
mujeres hijos de este país. No a todo
aquello que oscureció la mente de tantos a lo largo de doce años siniestros, la
dimensión de cuya oscuridad se percibirá con más perspectiva y certeza a medida
que el tiempo (ese gran escultor, como lo llamaba la incomparable Marguerite
Yourcenar, autora de Memorias de Adriano)
ajuste las lentes y emerjan a la superficie aspectos hoy inimaginables del
desquiciado elenco que encabezó este proceso.
La lista de los No que ganaron el domingo es aún más
larga que la de los candidatos amontonados en las prehistóricas boletas conque
se votó. Todos esos No indican que, a
pesar de todas las enfermedades que la aquejan (varias de ellas autoinfligidas)
el sistema inmunológico de la sociedad argentina funciona. Hubo anticuerpos el
domingo 25 de octubre y deberá haberlos (para que exista un futuro) el domingo
22 de noviembre. Mientras llega esa fecha y en el serpentario del poder se
atacan unos a otros, a la sociedad (esos dos tercios de ella que se negaron a
prolongar la agonía en que vivimos) se le presenta una tarea que será larga,
esforzada y que necesitará de mucha voluntad, honestidad, sinceramiento,
generosidad, reflexión y responsabilidad individual.
La tarea es convertir a
toda esa energía que hizo posible el No
en una energía que de nacimiento a un Sí.
Cada uno debería pensar en qué sociedad aspira a vivir. Basada en que valores,
en qué tipos de relaciones personales, en qué actitud frente a la ley, ante las
normas, ante el trabajo. En qué comportamiento ciudadano. En qué propósitos
colectivos. El paso siguiente (en el que confluyen voluntad y responsabilidad)
es comenzar a vivir en el día a día, en cada espacio cotidiano (aún el que se
vea menos trascendente), de acuerdo con esa aspiración. Esta es la parte que no
se le puede pedir al futuro gobierno (ni a ninguno). Y en esa parte, aunque no
lo parezca, se inicia un pacto moral que cambia la política. Es el antídoto
contra otra década perdida y sombría.
Lo triste es que algunos piensan que Macri es el que va a traer los síes. Había candidatos mucho más interesantes, como Stolbizer, por ejemplo, pero los argentinos vivimos creyendo que las alternativas son un mal menor y un mal mayor. No veo la hora en que podamos votar por lo verdaderamente bueno y no por el mal menor.
ResponderBorrarComparto con Sttembrini. Lo triste es que algunos piensan que Macri es el que va a traer los síes. Lamentable.
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