lunes, 11 de enero de 2016

Primeros pasos de un largo camino
Por Sergio Sinay

En el primer mes del nuevo gobierno no ocurrieron las catástrofes deseadas por los agoreros que desprecian a la democracia, pero el camino hacia otro tipo de sociedad y de convivencia es largo y no carece de errores y tropiezos.



Primero despejemos el campo quirúrgico. Esto significa señalar algunas evidencias. Por ejemplo, varios actos de ingenuidad de los nuevos gobernantes, que, creyendo que se puede hacer tortillas sin romper huevos, aceptaron continuidades de funcionarios de la gestión anterior y creyeron en la palabra de algunos impresentables representantes de la década corrupta y pérdida (y así se encontraron sin presupuesto en la provincia de Buenos Aires y sin herramientas de seguridad en esa misma provincia, entre otras desilusiones). También hubo apresuramientos (que fueron eso y no ilegalidades) que devinieron en torpezas. E ignorancia de que una de las virtudes de la política bien entendida es armonizar diferencias y crear coaliciones en las cuales el todo es más que cualquier parte y es más que la suma de todas las partes. Así se lastimó a valiosos aliados por ignorarlos.
También es evidente que hay una determinación cierta de erradicar zánganos “militantes” de las dependencias oficiales para que el dinero de los contribuyentes encuentre destinos mejores y necesarios. Hay, además, nuevas formas de comunicar los actos de gobierno, ya sin relatos delirantes, cerrados y autoritarios. Esto, de por sí, limpia el aire que se respira. Como en el caso de los asesinos prófugos (que son asesinos y no héroes), los errores se admiten como errores y quienes tienen que informar dan la cara así sea con vergüenza (estábamos saturados de sinvergüenzas, empezando por lo más alto de todo).

Las tareas de la sociedad
Es evidente además, que no se cumplieron las catástrofes anunciadas por corruptos y por tremendos incapaces (como el último ministro de economía de la década perdida, verdadero dechado de soberbia, autoritarismo y mala praxis). Tampoco han tenido que huir ni exiliarse para salvar sus vidas los científicos, actores, cantantes y escritores que llamaban “nazismo” (con alto grado de ignorancia histórica e intelectual) al simple final de sus prebendas. Todo esto mientras los más autoritarios gritan que “se acabó la democracia”. Justamente ellos, los que la desconocieron y la mancharon.
El primer mes del nuevo gobierno no fue fácil pero marcó diferencias. Y no serán fáciles los años que vienen, no sólo para el gobierno sino para la sociedad, si es que ella está dispuesta a ser protagonista de un cambio y no solo una pasiva y cómoda receptora, dispuesta a patalear si sus deseos no son satisfechos de inmediato. El gobierno tiene mucha tarea por delante. Y la sociedad mucha más, porque los gobiernos pasan y las sociedades quedan. Hay muchos pésimos hábitos (incumplimientos de la ley, búsqueda de atajos, indiferencia, negación a resignar algo de lo propio en pos del interés común, exitismo, facilismo, oportunismo) que están extendidos y arraigados y que no los cambiará un gobierno (aunque deba dar ejemplos), sino cada quien en su conducta cotidiana. Al cabo del primer mes, este desafío sigue abierto. 

Una infección extendida
Y por último una evidencia que acaso sea la más importante de todas. A lo largo de este primer mes, en donde se tocó hubo pus. La infección dejada por la corrupción, el autoritarismo, la impunidad, la ausencia de escrúpulos, la mentira y la inmoralidad es mucho más profunda y explayada de lo que creíamos saber. Fueron doce años en que la sociedad argentina estuvo en manos de una verdadera mafia que desarrolló enormes y poderosos recursos al servicio de un único fin, el fin que fue declamado sin metáforas desde su jefatura cuando se dijo “Vamos por todo”. Así fue, y mientras se llevaban todo infectaban todo. Incluidas mentes.
Ese es el campo quirúrgico. Y allí deberán operar los bisturíes de la justicia, de la memoria y de la conciencia despierta de los ciudadanos. La infección llegó al hueso de la sociedad y la sanación llevará acaso más de una generación. Más de un gobierno. Para alcanzarla deberá ser un proyecto colectivo. Hasta que seamos un país de humanos que viven y se relacionan como humanos y no de pingüinos y de morsas (con todo mi respeto a estos animales, pero no a sus réplicas humanas).                      

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